Cuento «La venganza» por F. Elías Acruz

La luz no alumbraba en toda su intensidad. El lugar era una sencilla iglesia, en plena construcción. Kali entró impetuosamente, pero se detuvo, dio unos cuantos pasos en silencio, como haciendo acopio de fuerzas, se acercó frente a la pareja. La sangre se agolpaba en su rostro pálido. Sus pupilas brillaron como ascuas de fuego y sus puños se cerraban con rabia. Una voz creyó escuchar, que hendió su cabeza como un rayo. Su cerebro no podía coordinar sus ideas. Con los dientes apretados y sus facciones desencajadas. Ella tomó la pistola de su bolso y disparó del gatillo, descargando todas las balas del tambor.  Él, cayó pesadamente al pavimento, a los pocos segundos, estaba en un charco de sangre.

—¡Noo… ooo! ¡¿Por qué?!

A la novia se le crispó la cara, dando un grito agónico, que retumbó el recinto. En la vereda, junto al muerto, quedó berreando, impotente. Mientras la asesina corría con rumbo desconocido, perdiéndose en el manto de la noche.

———————

Kali, era la única hija de una pareja evangélica muy devota, la cual su padre era pastor. Sus padres, a pesar de sus problemas domésticos, siempre inculcaban a la pequeña a profesar la palabra del señor. Cuando tenía seis años de edad, sus padres se distanciaron por mutuo acuerdo. A pesar de su corta edad, ella percibió la separación. Sus padres contraen nuevos compromisos, y ella se va a vivir con los abuelos de parte de la madre.

En la casa contigua de sus abuelos, vivía Eros, un niño tres años mayor que ella. Cuando los abuelos tenían un compromiso, lo cuidaba la vecina, y Kali se quedaba jugando con aquel niño. Siempre estaban jugando en la puerta, en el parque o en la vereda de la calle. Después de hacer sus travesuras, y en algunas oportunidades, había juego brusco, Eros curaba sus heridas. A los siete años de edad, la niña comenzó a concurrir a un colegio cercano, donde el niño estudiaba. Al poco tiempo Kali aprendió a leer y escribir, debido a las enseñanzas de Eros. Ella se sentía protegida, cuando era molestada por otros niños de su aula.  Después del colegio, las tareas lo hacían juntos. Estaban juntos todo el día, eran inseparables. Crecieron de esa manera toda su niñez y parte de su adolescencia.

Cuando tuvo catorce años, muere su padre, de un infarto fulminante. Un mes después, su madre se separa de su esposo y se va a vivir con su nuevo compromiso. Eros fue su almohada de lágrimas, le ayudó a superar tal situación.

A los quince años, sus abuelos celebraron su aniversario. Hicieron una gran fiesta. Mientras sus invitados se divertían, kali y Eros dialogaban, en un lugar bastante discreto.

—¿Por qué me miras así?

—¿Cómo así? —repreguntó Eros

—Me desnudas con tu mirada. Como si quisieras decirme algo…

Sin darle tregua al término de la frase, Eros la besó en sus labios carnosos. Ella tuvo su primer beso, y sintió estar en las nubes. Aprovechando la situación, él la asió y tiró con fuerza sobre la cama, besándole profundamente, hasta quedar excitada. Con los pulpejos de sus dedos, tocó levemente sus grandes pezones, pero fue tanto el deleite que  inmediatamente sus dos grandes manotas, estaban encima, estrujando con frenesí, a la vez, sus labios succionaban con vehemencia y escarnio. Ella quería reaccionar, pero raudamente, sus ojos se volvieron blancos, como un cordero degollado, dejándose llevar y envolviéndose en el goce de afrodita. Luego, se encaramó sobre Kali, y la montó con el mismo entusiasmo, que como si lo hiciese con una vagabunda.

Días después, los abuelos deciden hacer un viaje, muriendo en el trayecto. El bus donde viajaban, cayó en una hondonada de doscientos metros de profundidad. Kali, regresa a vivir con su madre y su nuevo compromiso, alejándose de Eros.

Kali, ahora de dieciocho años de edad, creyó entablar una relación estable con Eros, a pesar de la distancia. En su nuevo hogar, los problemas surgieron, pero esta vez fue con su madre. Llegaron a tener una discusión fuerte, por intento de violación de parte del padrastro. Éste negó todas las acusaciones. 

Croaban ásperamente unos sapos en los charcos, cerca de un rio, donde Kali y sus nuevas amigas se refrescaban, por el agobiante calor del verano.  De pronto, el tintineo de su celular le indicaba un mensaje recibido. Ella miró con el rabillo de su ojo, no hizo caso. Al llegar a su casa, cansada se va a su cuarto, quedándose profundamente dormida.

El cielo era azul, y los pájaros piaban alegremente por un prado verde. Eros era parte de ella, donde jugaban amenamente. De pronto, el cielo se nubló, quedando totalmente oscuro. Las primeras gotas fueron pequeñas, para convertirse después goterones que inundaba aquel prado verde lleno de alegría. Eros se alejaba cada vez más y más hasta desaparecer en el horizonte. La lluvia no paraba era constante, caía como un aguacero que arrasaba todo. El rio se desbordó, donde solía nadar Kali. Luego le envolvió una ola de gran tamaño, gritando constantemente.

—¡Aaa…hhh!

Kali, despertó sobresaltada, empapada de transpiración a altas horas de la madrugada. Ese grito aún rechinaba en sus oídos. Se levantó y se dirigió al baño. Luego más tranquila, regresa y se hecha en su cama con la lámpara encendida. Decide observar su celular, y en uno de sus mensajes le indican:

“Amiga, Eros se casa este fin de semana…”.