Cuento «La poesía en los secretos de la piel» por Andrea García

Al amor de mi vida, aquel que callo en secreto.

“En el mar de la mujer, pocos naufragan de noche, muchos al amanecer”.

(Antonio Machado).

“Sólo el latido unísono del sexo y del corazón puede crear éxtasis”.

(Anaïs Nin).

 

Oliverio era un profundo filósofo y un elevado poeta. Alejandra era una escritora incesante y una insaciable amante. Ambos deseaban encontrar el amor verdadero que lograse erotizarlos al punto de la plenitud del etéreo orgasmo cósmico. Pero es mentira que Oliverio y Alejandra andaban sin buscarse, porque ellos dos se buscaban para encontrarse. Se habían buscado desde siempre, pero cuando se encontraron, supieron que a pesar de conocerse bien el uno al otro, la piel guarda secretos que sólo un poema puede revelar…

Una noche, a orillas de una playa, tenía lugar una hermosa cabaña que servía bebidas sugestivas y raptos de poesía. Oliverio fue por una copa de vino a ese lugar trovadoresco y bohemio, cuando miró en lontananza a una mujer hermosa sostener en su mano derecha un bolígrafo antiguo, que describía con un ritmo casi inefable, una enigmática escritura que no obstante seducía a cualquier amante del arte y las musas. La blusa de aquella dama, dejaba ver unos jóvenes pechos firmes y sensuales, bellos en su tono y en su forma. Su rostro era la clarividencia de una escultura envuelta en la atmósfera de una imagen lírica de sí misma. Oliverio, suspendido en el tiempo, levitó hacia ella, sus pasos eran rimas con respecto a los oleajes femeninos. Cuando estuvo frente a ella, su espíritu elevó un murmullo de poema: Muy serena está la mar, / ¡a los remos remadores! / ¡Esta es la nave de amores![1]

Alejandra que no cesaba jamás de escribir, cesó su escritura para responder: Recorrer un cuerpo en su extensión de vela / es dar la vuelta al mundo.[2]

“¿Qué tengo que hacer para viajar a su lado, sin que usted piense que soy un navegante de una sola noche?…”, preguntó Oliverio y continuó: “¡Yo soy un eterno amante!, náufrago herido en el mar de la mujer. Pero esta noche…, estoy dispuesto a navegar con usted, y perderme por siempre en las rítmicas olas poéticas de su infinita escritura”. Alejandra lo miró con una elegante y furtiva mirada, y al tiempo en que le sonrió con total sensualidad, le dijo con otro verso del mismo poema: “lo que tienes que hacer es lo siguiente…”: Atravesar sin brújula la rosa de los vientos.[3]

En ese momento, Oliverio se dejó llevar por la pequeña lección de erotismo que le daba aquella mujer, y a orillas de la mar, atravesaron “islas, golfos, penínsulas y diques de aguas embravecidas”,[4] lo cual no fue fácil, pero sí muy placentero.[5] Mas surgió un problema, ni Alejandra ni Oliverio llegaron a la plenitud del amor. Bien era cierto que al acariciar su cuerpo pendular, ella sintió y supo a ciencia cierta que él conocía los secretos de su piel, pero era preciso algo más: revelarlos de alguna forma, que no obstante, ambos desconocían. Él sentía lo mismo con ella, tal como una mujer puede amar a un hombre: conociendo los secretos de su alma, expuestos en cada poro de su piel en que él la respira. Pero faltaba algo que revelara el secreto que permite detonar el orgasmo etéreo, cósmico como el universo que habita en sus sexos. Fue entonces cuando ella le dijo: No creas hacerlo en un día o noche / de sábanas explayadas.[6]

A partir de ese momento, se amaron durante varios naufragios, pero hacía falta la entrega total. Muchos hombres la pretendían, pero sólo él conocía el secreto que despertaría la piel de ella. Lo sabía no de oídas, sino en los propios secretos de su espíritu al vuelo: en ese su ser mismo de hombre amante intempestivo y sereno.

Y una noche, al mirar cómo los hombres infames la pretenden por su belleza, queriendo forzarla a amar, buscándola de día cuando el mar es calmo, él la miró con una lágrima sincera de amor, al tiempo en que ella le dirigió las siguientes palabras: “La noche es el tiempo en que la mujer sube su marea. Tú te has atrevido a navegar conmigo entre poemas, sin orientación alguna entre los vientos, más que el dejarte llevar por las curvas de mi cuerpo, sin más frecuencia y fuerza que las del viento de tu propio cuerpo. Que planeo hacer mío para liberarlo de prejuicios, cadenas y atavíos”. En ese momento él le dijo a ella: “Te amo, pero no voy a obligarte a amarme, porque yo sí te amo de verdad. Amar a una mujer es respetar su alma, y dejarla ser en libertad, para que el mar regrese a ti, entregándose por completo a la pasión del amor que los amantes siempre desearon”, le dijo al tiempo en que sujetó su bellos rostro, en ese fino instante, Oliverio se ganó el corazón de Alejandra, al tiempo en que continúo diciéndole al oído el siguiente secreto que leyó por ahí, con respecto al amor: “Si es amor verdadero, siempre querrá convertirse en poema”.[7] Tras estas palabras, ella por fin le relató el secreto del enigma que tanto callaba su piel: “sólo un poema etéreo, como el que me acabas de decir, hace que el amor y el erotismo creen la consonancia perfecta entre mi corazón y mi sexo. Eso es lo único que puede llevarme del goce del deseo, a detonar el infinito placer inmenso de amar de verdad. Y el hombre que de verdad me ame, sabrá encontrar ese punto exacto de plenitud del orgasmo”. Se miraron a los ojos, y sin decir más, se hicieron el amor, estallando de placer infinito e inmenso, alzando el vuelo en un latido unísono, a orillas de la alta marea iluminada por la luz de la luna. Y así fue por el resto de la eternidad.

Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas.[8]

 

FIN SIN FIN…

 

 

[1] Gil, V. Muy serena está la mar.

[2] Belli, G. Pequeñas lecciones de erotismo.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Herrera, R. (Po)éticas de la escritura. En: Morales, H. [Coord.]. Escritura y psicoanálisis, Siglo XXI, México, 1996, p. 153.

[8] Belli, G. Pequeñas lecciones de erotismo.

 

Semblanza:

Andrea García. Ciudad de México. 30 años. Egresada de la carrera de Pedagogía, por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente realizo tesis para obtener el título de licenciada en pedagogía.