Cuento «La fotografía» por Daniela Albarrán

¿Cómo meter en una imagen la vida de alguien?, no es como elegir entre la mejor foto o en donde uno se ve mejor. Hay imágenes que se toman en un instante, una sola toma, se abre el diafragma, entra la luz, y fin.

Un mundo se (des)hace. Ahí estaba esa fotografía, su vientre expuesto a una mirada fortuita, la raya morena donde inician los muslos y su silueta bien definida, casi todo de manera inigualable, y esa parte curva, tan estrecha que hasta la oscuridad se subordina y se hace a un lado combinándola con un dejo de luz.

No comenzó con una sospecha, no fue duda la que me embargó; fue curiosidad. ¿Qué hace cuando me voy de casa? La soledad no era una opción, su carácter desinhibido se abrió paso a los círculos de amigos más extraños, tenía de compañeros desde poetas, hasta gente de intendencia, pasando por artistas y eruditos de la más fina calaña. Tal vez yo planté la idea, ¿quién puede ser? La planté en mi cabeza, y ella, con sus habilidades de adivina, se le insertó entre ceja y ceja. Yo comencé. Por eso no hay culpa.

El sistema que inventé era sencillo, una lente pequeñita, dispuesta en un ángulo que daba de lleno a la sala de estar. El sofá vino donde Laura se mesaba los cabellos cuando yo, desdichado de mí, sacaba de sus labios una furiosa retahíla. Sabía que ese sería el lugar perfecto. La cama no, ni conmigo la cama estaba prevista, en la cama uno nace, y si va bien también se muere, pero hay tantos humores dentro de las sábanas, que sería vulgar siquiera imaginarlo.

Previas tres semanas de la revelación, cada noche insertaba el usb a mi ordenador,esperaba y avanzaba entre  el video, notardaba más de veinte minutos en darme cuenta de que mi trampa no había rendido frutos; así como Laura dormía frente a mí, sus actividades rayaban lo rutinario y se alejaban por completo de actos casuales. Parecía que sabía, y que lo disfrutaba. Se paseaba frente a mis ojos con un aire de insolencia, sí,desnuda, pero sin sensualidad y mucho menos desfachatez. Desconocía por completo lo que yo me proponía, pero me gusta pensar que lo estaba preparando,y que mi paciencia y disciplina estaban siendo probadas.

Ella se fue convirtiendo en una imagen rápida que se desdibujaba frente a mis ojos,la conocía más, eso sí, y ella, con más seguridad se mostraba. En esas imágenes no ocultaba nada, tan distinta era de la Laura que me contaba las cosas que me inventaba, había hecho: Que el café con las amigas, el programa de televisión,la limpieza de la casa, y el descanso rutinario se habían convertido en nuestra charla de sobremesa. Pero yo sabía bien qué era lo que hacía y descubrí, que la Laura de la imagen, escurridiza y silenciosa, estaba actuando para mí, aunque ella no lo supiera.

La curiosidad fue muriendo y se convirtió en un disfrute cínico, cuando le preguntaba qué había hecho durante mi ausencia, me repetía lo que todos los días me contaba, y es que la verdad, ya no se molestaba en inventarme nada,tenía anotado en su libreta mental, cada paso, cada segundo de lo que me decía que había hecho durante el día. No me importaba, le guiñaba el ojo y así era como entrabamos a ese círculo de irrealidad. Porque ella me mostraba la verdad.

Así transcurrieron algunos días más. Yo miraba en la rendija imaginaria de su vida,mientras ella dormía. Me empezaba a embargar un terror enfermizo de si ella despertaba ¿Qué contestaría? Por eso, cuando la miraba, ella no podía estar alejada de mi, con un ojo veía los videos, y con el otro, veía su cuerpo contando su respiración acompasada. Hasta que un día algo sucedió con las secuencias.

Abrí la usb, y me di cuenta de que estaba atrofiada, me pedía que la reseteara, no lo hice, por supuesto, pero mi mente no dejaba de pensar en qué era lo que había hecho ese día, me imaginaba, claro, con las actividades precedentes, pero como el amante que recién acaba de enamorarse, sentía una urgencia de seguir con certeza cada uno de sus movimientos. Extraje una y mil veces la usb hasta que logró abrirse. La ventana me abrió un ícono, pequeñito y azul. Muy diferente al acostumbrado. Mi corazón se paralizó, perdí un día de su vida,pensé. Le di doble clic.

En ese instante Laura se despertó de pronto, en un acto reflejo cerré de golpe el ordenador. ¿Qué es lo que haces?, me preguntó. Intenté titubear algo, pero creo que no pude decir nada. Dejé de lado mi computadora y me fui a acostar a su lado. No pude dormir. Pase la noche entera pensando en qué podía ser esa imagen. ¿Por qué no se grabó el video? Pensaba una y otra vez. El sol comenzó asalir por la ventana. Laura despertó y yo a mi pesar, tuve que fingir un enorme bostezo. Me fui al trabajo. Huelga decir que no pude pensar en otra cosa que en el ícono azul.

Por la noche, después de nuestra charla de sobremesa, ella se acostó y yo, por fin,tomé el ordenador. Lo abrí. La imagen un tanto borrosa se presentó ante mis ojos. Era Laura, claro que era ella, era su silueta y estaba haciendo exactamente lo que mi curiosidad quería. Sentí un alivio en todo el cuerpo. Tal vez otro, no yo, en ese instante hubiera tomado a Laura y le hubiera obligado a confesar. Pero era la foto perfecta. La guardé entre mis documentos y desconecté la lente. Ya no era necesaria.

En la mañana siguiente, Laura se volvió más locuaz; me trató, incluso con cariño que no parecía fingido. Por un momento pensé que era la culpa. Pero ella, con su ternura de niña, se sentó en mis piernas y dándome un largo beso, me preguntó:¿te gustó mi regalo? Y después de mucho tiempo, por fin, la había sentido mía.