Al sur del municipio de Ensenada, en esa lengüeta arenosa, aún se pueden escuchar sus cantos. Se cuenta que una joven paipai se enamoró de un navegante español, cuando desde los acantilados lo observó descender del barco, con esa confianza en la que asentaba cada uno de sus pasos, en esta tierra que por primera vez pisaba.
Jusnai corrió hacia el embarcadero para ver a los extranjeros llegar. En cuanto su mirada coincidió con los ojos de aquel marino, sintió de inmediato el flechazo que nunca antes había atravesado su corazón.
Por todos los lugares de esta bendita tierra hay parajes que cuentan de su inmenso amor. Aquella pasión tuvo su mayor auge en San Antonio de las Minas, donde los amantes se encontraban cada luna para inundarse de las risas que brotaban de ella, tan mágicas al grado de hacer florecer las huertas. Algunos cuentan que Jusnai era tan dulce como el almíbar de las naranjas. Con su figura delgadita, los cabellos azabaches, ojos verdes como los sarmientos creciendo en los viñedos. Esa mágica sonrisa cautivó a Sebastián desde que la vio aparecer en el embarcadero.
Pero el padre de Jusnai, cuando descubrió sus amoríos con aquel mozuelo, lo mandó matar. Mientras Sebastián trabajaba en el viñedo una lanza atravesó su corazón. Los ríos de sangre cubrieron los surcos labrados por sus manos, impregnando de borgoña las vides.
Cuando Jusnai se enteró se quiso volver loca; montó su caballo que corrió desbocado rumbo al mar. Al llegar a esa lengüeta arenosa, donde por vez primera se vieron, decidió lanzarse a las agua del océano, que apagaron sus risas en borbotones de sal sobre las rocas.
Conmovido, el dios Neptuno, por verla tan desdichada, decidió convertirla en sirena, y hacerla parte de su corte, como guardia de esta escarpada costa, para que ningún otro navegante pudiera enamorar a las mujeres de esta región.
En las noches de tormenta, cuentan los lugareños, aún se le escucha cantar, arremolinando las aguas contra las paredes rocosas. Sus lamentos son tan fuertes y sus lágrimas saltan mojando a todo barco o persona que pasa en sus cercanías.
* Ojos bonitos, en la lengua originaria paipái.