Cuento «Inventario #17» por Sebastián Jiménez Galindo

 

1. (1) [trozo de] hoja (s) de papel Bond multiusos terminado liso  [75 g / 30% fibra reciclada] [21.6 x 27.9cm] color turquesa [HTML: #5DC1B9; RGB (r,g,b)B :(93, 193, 185); CMYK (c, m, y, k)C: (60, 0, 30, 0); HSV (h, s, v):(175°, 52 %, 76 %)] anexado a (1) [trozo de] cartulina Royal Cast [#FA9340075] [21.6 x 27.9cm] color lila [HTML: #B695C0; RGB (r,g,b)B:(182, 149, 192); CMYK (c, m, y, k)C: (5, 22, 0, 25) HSV (h, s, v): (286°, 22%, 75%)]

Ambos trozos de papel están superpuestos de manera que conforman una variación de cruz ancha (intersección de rectángulos perpendiculares), en tanto que el trozo de hoja de papel Bond multiusos color turquesa yace pegado en posición horizontal sobre el recorte de cartulina Royal Cast. El diseño de la hoja Bond muestra una columna vertical de preguntas indicativas tácitas (en ausencia de signos de interrogación), rotuladas con marcador negro [QUÉ, DÓNDE, CUÁNDO, HORA, PLAN (sic)] junto a sus respuestas correspondientes [MI CUMPLE, JARDÍN LOS OLIVOS, 3 DE MARZO, 9am], éstas anotadas con lápiz de color azul purpúreo, lila, durazno y amarillo estándar, respectivamente. La última sección [PLAN] contiene un párrafo escrito con bolígrafo de punto medio y tinta negra. Se reproduce a continuación:

 

“a las 9am llegas a mi casa y de ahí nos vamos a los olivos y regresamos entre 6 y 7 pm (tú te puedes ir a la hora que quieras :3) si no eres puntual no te llevo jaja. te quiero!”.

 

En el lado opuesto de la cartulina está escrito tu nombre. Tú pensaste que era gracioso que Erica cumpliera quince años y decidiera hacer una invitación a la manera de las fiestas infantiles. Era el tipo de cosas que te hacían quererla, aunque no lo supieras con la suficiente determinación como para no decidir terminar con ella un día después de su cumpleaños. Como la vez que fueron a la kermés del catorce de Febrero que organizó el comité de jóvenes y familias católicas que frecuentaba su hermana mayor. Erica se sentó en una silla de plástico mientras un tipo le pintaba una mariposa sobre la cara con maquillaje para niños. Ese día, a tus dieciséis años y sus catorce y medio, la miraste y pensaste que no necesitabas nada más. Pero eso fue antes de que entraras a la preparatoria y conocieras a Ana Sofía.

 

2. (1) bolsa de papel Kraft para embalaje/alimentos comestibles [Burger King™] [13x8x24cm] diseño impreso en offset/serigrafía/flexografía:

El logo de la bolsa consiste en un diseño minimalista de una hamburguesa convencional dividida a partir de sus elementos esenciales: el panecillo superior parece alzarse mientras cada ingrediente constitutivo flota encima del otro para mostrar una disposición orgánica y simétrica. Con un tono de verde olivo resaltan tres rajas de pepinillos encurtidos en la parte inferior, y una hoja de lechuga debajo del panecillo superior. La kétchup y las rodajas de tomate, de un rojo indio/persa, contrastan neutrales con la opacidad del papel Kraft. La bolsa aún conserva manchas oscuras de grasa, que probablemente se formaron mientras la Big Whopper™ y las  papas fritas medianas del combo #4 transpiraban a la par que a ti te sudaban las manos por los nervios de ver a Erica totalmente desnuda por primera vez, y por el rayo de sol que los bañaba camino a tu casa. Habían tomado la decisión juntos, después de algunos meses de deliberación. Tú pasaste horas en internet, ya no buscando videos pornográficos bajo el pretexto de curiosear alguna suerte de tutorial experimental (como habías hecho desde los trece años), sino cualquier tipo de información que pudiera advertirte, desde la experiencia propia de otros seres humanos, los riesgos aún inexplorados del primer encuentro coital. Es decir, ninguno de los libros sobre sexualidad y planeación empolvados en tu escritorio recomendaban (por mencionar algo) frases prediseñadas e infalibles para decir en voz alta al término del encuentro, y eso era algo que a ti te inquietaba bastante. Algunos de esos libros, como YO, adolescente: respuestas claras a mis grandes dudas (de la colección Planeando Tu Vida, del Instituto Mexicano de Investigación de Familia y Población, A.C., editado por primera vez en 1990 y reeditado de nuevo cada año hasta febrero de 1997) tan sólo avivaban más tus preocupaciones, agobiantes al riesgo de la paranoia aunque hasta cierto punto razonables, sobre el misterio inexplicable del cuerpo. Por ejemplo, si cualquier líquido que brota del pene erecto puede o no contener espermatozoides, como se menciona en la página 20 de la sección “EL HOMBRE”, ¿eso quiere decir que Erica puede embarazarse si sólo frota la cara frontal de sus bragas sobre el tronco de tu pene descubierto?, o peor aún: si tú orinas la tapa del inodoro por error y ella se sienta instantes después, ¿podría un espermatozoide, por algún motivo desconocido y sobrehumano, abrir su camino dentro de ella? Los libros podían explicar esa clase de tribulaciones, pero no podían aclarar a tu ineptitud adolescente qué tan posible era que, una vez que tuvieras sexo con Erica, ya no la quisieras igual, como cuando un perro persigue un auto sin razón y al alcanzarlo ya no sabe qué hacer con él. Estabas a punto de averiguarlo.

 

3. (1) póster de la película norteamericana de 2010 Scott Pilgrim vs. The World, traducida en hispanoamérica como Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños (dirigida por Edgar Wright y basada en la serie de novelas gráficas Scott Pilgrim, de Bryan Lee O’Malley) [#6913] [papel semi brillante de 185 g/m² de 60.96 x 91.44 cm] [distribuido y producido por Trends International LLC, Indianápolis, Indiana, EUA, a través de Amazon.com, Inc.]:

El póster ahora tiene las orillas amarillentas y está rasgado de la parte de abajo. Capas de cinta encimadas una sobre la otra pretenden fijarlo a la pared de tu cuarto de manera indefinida contra el paso de los años, encima de los raspones sobre la pintura, que son el día de hoy más profundos que nunca. La imagen te remite a la noche en la que viste la película por primera vez, frente a la luz de tu computadora. Te remite al día en que pusiste tus manos sobre el brasier blanco de Ana Sofía. Era verano, y el sol quemaba la punta de tu nariz, escasamente embarrada de bloqueador solar. Estabas en un coche con algunos de tus amigos, camino al parque acuático donde abrirían un six pack de Tecate Light que compró el único que ya había cumplido dieciocho. Tus amigos y tú repetían una y otra vez los diálogos de la película. El de la playera azul cielo de Aeropostale dijo que Ramona Flowers, la chica con el cabello de colores, en primera apariencia inalcanzable para el protagonista, era la mujer más hermosa del mundo. Una abeja revoloteaba sobre una botella de Squirt de dos litros y tú, a tus dieciséis años y ocho meses, pensabas que Ana Sofía, de dieciocho años y medio, era la mujer más hermosa del mundo, en primera apariencia inalcanzable. A eso de las seis de la tarde debías estar listo para recibir a Ana Sofía en tu casa, tras convencer a tus padres de que hicieran ese viaje a Guanajuato que tanto habían planeado desde la época en la que aún salías con Erica y no sabías cómo funcionaban las vaginas. Aún no lo sabes. Tu amigo te dejó en tu casa. Te duchaste. Frenaste el impulso de masturbarte con bravura. Ana Sofía y tú empezaron a besarse en el sillón de la sala después de la primera media hora de la película. Ella mordía tu labio inferior y tú recordaste por un instante la yema de tu dedo cuando tocaste la espina de un cactus de diez centímetros en la sala de tu tía, tan sólo para saber cómo se sentía, a sabiendas de que iba a doler. Ana Sofía posó tus manos sobre sus pechos, exactamente igual a como hacen las actrices en las películas de adolescentes. Tú pensaste que no necesitabas nada más, pero aún tenías dudas de cómo sería conocer el cuerpo de una mujer diferente, que en verdad fuera una mujer y no una niña. Cómo sería optar por la desnudez sin un preámbulo de meses de torpeza. Que tus palmas suden mientras se eleva un risco escarpado, peligroso, dentro de ti. Que tus manos sordas averigüen cómo son los ángulos internos de los muslos de una mujer, las pequeñas estrías blancas sobre la piel de sus nalgas, o el resto de su anatomía, tan diferente a la tuya. Estabas a punto de averiguarlo.

 

4. (1) [trozo de] tira de papel fotográfico [acabado/gramaje poco claro]:

El papel está roto de forma irregular del lado izquierdo, a un centímetro de distancia de la fotografía impresa. Se trata de una foto de cabina, de esas que toman tiras verticales de tres fotos instantáneas en intervalos de cinco o seis segundos, por lo que no dan demasiado tiempo para posar con elegancia (y esa es precisamente la idea). Hay una progresión interesante. En la primera foto tú sales como queriendo ajustar algo encima de la cámara, por lo que tu mano se ve enorme y tu frente está arrugada. A tu lado, Ana Sofía posa sin mucho esfuerzo y sonríe. Sus pómulos, sus ojos y las esquinas de sus ojos son parte fundamental de su sonrisa. En la segunda foto has bajado tu mano inútil y acercas tu rostro al de Ana Sofía, como para juntar tu mejilla con la suya y alinear la risa que probablemente los dos estaban conteniendo. Ella extiende su sonrisa para engrandecer el gesto acorde a la naturaleza paródica y forzosamente divertida de este tipo de fotos. En la tercera, ella ha optado por llevar a cabo el concepto de payasada que se espera que domine el carácter de todas las fotos de cabina en las fiestas. Está haciendo bizcos, y con sus dos dedos índices estira sus pómulos para subrayar la apertura de su boca, de donde sale su lengua hacia el lado izquierdo. Tú la habías visto hacer el mismo gesto en la sesión de fotos de su fiesta de quince años, a la que no fuiste porque aún no la conocías, ni sabías nada sobre la vida. En ese entonces tenías doce años, casi trece, y aún pensabas que era gracioso y nada invasivo saludar a tus amigos con un pellizco en los pezones. También pensabas que desayunar Gansitos Marinela era algo admirable. A esa edad no sabías lo que se necesitaba para abrazar a una chica pero no podías esperar a averiguarlo. En la tercera foto, tú solo has cambiado ligeramente el gesto de tus cejas, pero lo demás permanece igual. Es una progresión interesante porque refleja ciertos detalles del tiempo que compartiste con Ana Sofía. Su mueca te hacía pensar que la conocías desde antes de conocerla y podías imaginar con exactitud cómo era cuando era una niña y su madre la peinaba con una trenza larga y ningún cabello osaba asomarse en la dirección contraria de la que indicaba el peine. Tú imaginabas eso a pesar de la intriga que te causaba pensar que tus amigos te verían subir a la camioneta que le regalaron sus padres para su cumpleaños número dieciocho. Veías a Ana Sofía con las manos fijas al volante y la vista sobre la calle, cambiando la velocidad y quejándose del calor. Cuando te quiso enseñar a conducir para que fueras tú quien pasara por ella a su casa y no al revés, y discutían porque no entendías cómo se cambiaba la velocidad sin dejar de pisar el acelerador, sentías que tus manos eran inútiles. Cuando ella quería salir a bailar a los antros de luces deslumbrantes y vertiginosas, donde la música golpeaba tus tímpanos y no podías escuchar su voz a menos que gritara en tu oído, sentiste que tus pies eran tan inútiles como tus labios. Durante esas noches largas en las que Ana Sofía salía con sus amigos que ya habían entrado a la universidad, tú te tumbabas a leer los mensajes de meses atrás en los que te decía que te quería y escribías un “te extraño” que no mandabas porque pensabas alinear con la posibilidad de que ella, desde el otro lado de la pantalla, también pensara escribir un mensaje similar. Entonces pensaste en Erica, no porque la extrañaras sino porque tenías curiosidad de qué habría pasado con ella. Querías saber si su madre aún no le permitía llegar a casa después de las ocho. Querías saber si aún colgaba ese crucifijo enorme encima del baño, que veías frente a frente cada vez que entrabas a acomodar tu erección después de besar a Erica en lo que llegaban sus padres, hasta que sus labios se les enrojecían y resquebrajaban.

 

Hoy es tu cumpleaños. A partir de hoy, en los siguientes trescientos sesenta y cinco días, tendrás diecisiete años. Hay cosas que nunca podrás averiguar por primera vez desde ahora. Algunos rostros que conociste en los años pasados desaparecerán, y cada día empezarás a recordar los detalles distintos. A momentos, solo podrás recordar las cosas minúsculas, esas que parecen ser utilería de una escena más grande que ya no comprendes del todo; objetos que en cualquier momento podrán terminar en la basura. Y cuando de aquí en adelante pienses si hay alguien que perdiste en el camino, que aún te recuerda de una forma u otra, la respuesta es que tal vez sí, ¿pero cómo saberlo?

 

Feliz cumpleaños.

 

 

 

Semblanza:

Sebastián Jiménez Galindo nació en la Ciudad de México, donde actualmente estudia literatura y creación literaria. Tiene estudios de teatro y escritura creativa por la universidad de Columbia College en Chicago. En 2014 escribió y produjo de manera independiente el performance Between now and forever. Es autor de la obra Subsuelo, publicada en Microteatro y producida en la ciudad de Aguascalientes en 2015. Sus ensayos, videos y traducciones han sido publicados en HAGO COSAS, Scout & Birdie, El Comité 1973 y Lammadamme. Su trabajo de cine y video experimental ha sido mostrado en la Muestra Internacional de Cine Experimental en Ecuador, publicado en Ghost Proposal, y será estrenado en conjunto en el festival de cine underground StraightJacket Guerilla Film Festival en agosto de 2018.