Cuento «Imaginación inducida» por Giulio Guzmán

“Tengo una pesadilla madre ¿dónde estás? Apresúrate madre. Estoy aquí. Aquí madre. Aquí en la oscuridad. Recógeme. Duérmete niño. Ahora me acuesto a dormir. Oh madre apresúrate porque no puedo despertar. Aquí madre. Cuando sople el viento se mecerá la cuna. Sostenme alto alto muy alto”.

Dalton Trumbo, Johnny cogió su fusil

En la biografía del fotógrafo de guerra Patrick Nisbet, que ha sido publicada recientemente, encontré la mención a uno de los prototipos de testeo del inhibidor I09 y un encuentro entre el biografiado y un paciente de la enfermedad 0901C001 (nombre que se popularizó a pesar de contener solo dígitos y una letra. El apellido Harper del genetista que lo estudió primero, no alcanzó fama como se sabe) 

Nisbet fue enviado a la guerra de Urdina, a cubrir los primeros avances de la milicia WLA sobre la parte norte de la ciudad de Leavitt. Recordando su primer encuentro con la devastación de ese lugar nos dice: “Después de lo que costó llegar ahí encontré la calma de las ruinas, y entre ellas los despojos que dejó la insania. Un tanque F48 destruido parecía darnos la bienvenida con su ánima estriada mirándonos. Recordé la explosión que no logró matarme en el valle, cuando estuve tomando fotos cerca a uno de esos tanques”. No creo en la supuesta impresión que le causaron esos hechos, siempre le emocionó asistir a esos conflictos. Lo que vio Nisbet, nos dice, fue la terrible matanza de civiles inocentes, entre ellos muchos niños. Las imágenes se hacían irreales mientras caminaba lentamente acompañando a ese grupo de milicianos, cuyos compañeros antes habían dejado la huella sangrienta y aberrante de sus pasos. “Había una pareja que vi dentro de lo que quedaba de una casa, posiblemente un matrimonio, ambos muertos, que parecían estar levitando en una imaginaria horca. Nunca pude ver qué fue lo que los sostenía” nos describe. 

Pasaron cerca de un templo que el enemigo respetó y donde había dos enfermeras. Una de ellas se dirigió a Nisbet en inglés y le indicó que por favor lo acompañara a ver lo que estaba pasando en un hospital psiquiátrico a unos bloques de esa calle. A los acompañantes de Nisbet no les importó, solo escuchó a uno de ellos reír y comentar algo con otro miliciano. Aparentemente ellos sabían de las atrocidades que la WLA estaba cometiendo ahí. Esa gente había salido del infierno para azotar a esas indefensas comunidades y nunca tuvieron el castigo que merecieron. 

El hospital siquiátrico y las demás construcciones tenían la misma condición de necesaria demolición. Era increíble que alguien pudiera seguir habitando ese lugar según Nisbet. Lo que encontró primero fue a un niño enfermo jugando con casquillos de .104P que había en gran cantidad esparcidos en el piso. Buscó una mejor posición y le tomó una foto. La primera de las que tomó del infierno en ese hospital. Supongo que estaba emocionado, después de todo y aunque él lo ha negado en varias entrevistas, es solo un mercenario con una cámara a quien le gustaba escuchar “Love Like Blood de Killing Joke” mientras caminaba entre la muerte. 

Lo que le impresionó nos dice fue lo que halló en el segundo piso donde encontró a un grupo de milicianos. Estos empujaban y maltrataban a los pacientes. Algunos intentaban alejarse, protegiéndose de los golpes. Otros no reaccionaban a esos abusos. El inmenso ambiente con camas inservibles, recipientes sucios, insectos y otros repulsivos detalles eran las señales de la crisis social y económica en que estuvo Urdina no solo durante la guerra sino antes de que esta se iniciara. La locura de esa pobre gente era tal vez la única salida de esa iniquidad pero no todos tendrían esa suerte. Nisbet notó después, al fondo de ese lugar, a dos hombres de la WLA que amenazaban a un paciente en una silla de ruedas. Se acercó y vio que uno de ellos amartillaba y ponía una A-250 en la cabeza de ese enfermo que no parecía consciente de nada y solo tenía una mirada sin vida. Pensó, después de ver todas las atrocidades, que le dispararía de inmediato, pero no lo hizo, bajó el arma y agarró un extraño dispositivo que estaba en la cabeza del enfermo, quería quitárselo mientras su víctima empezó a moverse con debilidad. Pudo ver que una pequeñas letras iluminadas en verde, en ese objeto, decían: “This is a test”.  Con el segundo intento logró tomar el dispositivo e inmediatamente el pobre hombre empezó a convulsionar. El miliciano entendió que esa máquina reprimía el movimiento espasmódico del paciente, y para comprobarlo decidió ponérselo otra vez conectando un cable blanco a un orificio en la parte superior del cráneo del enfermo. Los movimientos se detuvieron. Los milicianos rieron con el control detestable que poseían y continuaron jugando con la desconexión del desconocido dispositivo. Finalmente el miliciano que inicio el juego tiró al piso la máquina y la destruyó con su A-250. Los disparos hicieron que todos voltearan a verlos. Nisbet miraba, con indignación según nos dice, las convulsiones que parecían ser más violentas en la victima de esa brutalidad.  

Los milicianos dejaron el hospital psiquiátrico después de matar a tres personas y dejar a otras heridas. La enfermera que le habló al inicio a Nisbet le dijo que por favor hiciera algo para ayudarlos. Él dijo que no podía hacer mucho, que tuviera paciencia, que esto terminaría pronto, luego le preguntó sobre el extraño dispositivo que había visto en el enfermo, quien ya no tenía muchas convulsiones y ahora parecía decir algo a la nada.  Ahora tenía una mirada de espanto que Nisbet comparó con la que tenían los soldados que padecían de Shell shock. Ella le contó que los equipos de investigación de la Clinical Research Center y la European Clinical Trials Partnership habían estado haciendo pruebas sobre un dispositivo para controlar los efectos de la enfermedad 0901C001 de la cual, en esos años de la guerra, ya se conocía su ataque al sistema nervioso y a la mente con trastornos del pensamiento. El prototipo que tenía un neuroestimulador combinado con una red artificial de neuronas estaba siendo probado con ese paciente y años después lograría convertirse en el inhibidor 0901C001 o I09.

Esta enfermedad tiene un punto histórico que quiero apuntar. Se encontraron recientemente registros que nadie había estudiado con rigor, pertenecientes al año 1857 y que señalaban casos de una enfermedad (que duró solo unos meses y que luego desapareció) con síntomas semejantes a la enfermedad a la que ahora llamamos 0901C001. En aquella expedición a la selva, el naturalista Castelnau había descrito los mismos síntomas, lo que demuestra que esta enfermedad habría intentado desde hace muchos siglos apoderarse del ser humano. La cepa de este género de bacterias tenía características genotípicas y fenotípicas nuevas con efectos insólitos. Cuando el desarrollo de la investigación alcanzó casi un año sus efectos sobre el organismo fueron controlados ya sea por versiones mejoradas de los antiguos inhibidores de esquizofrenia o de dispositivos estabilizadores. La bacteria actuaba en la mente y en el organismo, y con mucha agresividad, porque es conocido que en la segunda fase de la 0901C001 el cuerpo sufre cambios graves. 

El paciente que encontró Nisbet estaba en la etapa final de la enfermedad. El estado inicial, llamado a veces sueño Nerval, es donde el paciente solo tiene alucinaciones o un inocuo desorden del pensamiento que se puede controlar con el I09 (entre las diferentes extravagancias y estupideces del mundo ahora está la infección voluntaria del 0901C001 como forma de entretenimiento), además de cambios orgánicos leves durante los 2 primeros días del ingreso de la bacteria. En la etapa final el inhibidor lo único que puede hacer es controlar las convulsiones y la pesadilla en la que entra una persona infectada. Esta pesadilla es incontrolable, caótica, absurda y el paciente no está realmente dormido: tiene alguna conciencia de su exterior. Es una imaginación inducida, comparable a un sueño aterrador. Sin el inhibidor, aquel desdichado hombre volvía a esa condición infernal, así se lo explicó la enfermera a Nisbet quien decidió quedarse para hablar con él.

Advirtió, al acercarse, que el enfermo terminaba de pasar por otra convulsión, quería aprovechar esa calma para preguntarle qué es lo que estaba viendo en esa pesadilla interminable. Nisbet nos dice: «La enfermera también me contó la historia de aquel paciente. La manera en que llegó ahí y todo el proceso del testeo del inhibidor. No quiero usar su nombre, solo diré que era un trabajador de mantenimiento que adquirió la enfermedad dos años antes con una prostituta. Estaba mirando al techo. Lo llamé, prendí la grabadora y le pregunté si podía oírme, luego respondió (he cambiado algunas palabras que son jerga de esa ciudad): “Me veo en el espejo, y no soy yo. Soy el monstruo. Lléveme a mi casa. El demonio está mirándome desde la luna. Estoy en el vertedero.  Me golpearon y no soy yo. Soy el animal. No puedo hablar, tengo heridas en la boca, tengo insectos, tengo insectos en los ojos, mis extremidades son los gusanos que alimentarán a la bestia. Ahora estoy en una casa inmensa, vine a trabajar pero estoy perdido. Quiero salir, tengo que ir a ver a mi hijo, es su cumpleaños. ¿Puede verme? Ayúdeme…Intento encontrar la puerta… ¿Puede verme? Afuera todo está destruido, las casas, los autos”. Le expliqué que todo era una imaginación producto de su enfermedad pero solo continuó: “Me persiguen porque soy el animal, el monstruo…la gente tiene esa sonrisa diabólica, todos están riéndose y se comportan como locos, están locos pero no lo saben, caminan imitando a los perros, imitando a la bestia, algunos tienen los brazos tan largos, no entiendo, he llegado a otra casa a trabajar, entré, la puerta está abierta, en cada cuarto hay una persona muerta, están destrozados, llenos de moscas, ¿Quién ha hecho esto? tienen la misma sonrisa de la gente que está afuera… tengo que salir… esa enfermedad de la que habló ¡es el odio del universo!, la naturaleza nos odia, ¿entiende?…todos están locos o muertos, el cielo es el fuego del demonio, y no podré escapar, el mar está al revés, el suelo está hecho de serpientes y la bestia habla desde el trono dorado, en la montaña hay gigantescas semillas de loto, no lo soporto. En cada paso brota la sangre y es el camino al ojo del infierno…”. No pude seguir escuchando, la WLA continuaba su paso y tenía que ir con ellos»

Nisbet nos cuenta que luego avanzó con los milicianos hasta la siguiente ciudad. En ese camino vio, de noche, las luces de los hipnóticos proyectiles disparados por los cañones CRAM. Al pasar por otro vehículo de combate y mirar en el interior de su torreta oscilante, vio un soldado muerto y pensó nuevamente en el odio del hombre por el hombre. Escribió que nadie podría justificar la miseria sobre la que tenían que pasar y miraba a aquellos seres inmisericordes pensando en la letra de una canción antigua de Wall Of Voodoo:

Me quedo al otro lado de la locura

Sigo siendo el enemigo mortal del hombre 

Podemos reflexionar sobre la injusticia de la cruel invasión ejecutada por la WLA, pero después de la impasibilidad de los países que pudieron evitarlo y de la contundencia de la fuerza o la realidad del más fuerte, no se puede decir mucho. Solo nos deja el mismo peso de la famosa respuesta de los atenienses en la Historia de la guerra del Peloponeso: “naturalmente por necesidad, el que vence a otro le ha de mandar y ser su señor, y esta ley no la hicimos nosotros, ni fuimos los primeros que usaron de ella”.

Aun con los estudios de Kraepelin en el siglo XIX, y los posteriores trabajos de Alzheimer sobre las causas biológicas de las enfermedades mentales, no se ha movido mucho el problema mente-cerebro, a la que se arribó después del problema mente-cuerpo, producto del avance científico. En este siglo aún no se agota el problema y se introduce también en un intento de explicar, más allá, el mecanismo que gobierna a la enfermedad 0901C001. Los planteamientos filosóficos que provocó el problema han pasado por diferentes luces y moldes, uno de ellos ha llevado, desde Descartes, a mantener al cuerpo y la mente separados pero interactuando (mediante un vínculo que no se ha encontrado) y que ha servido también de soporte religioso. Otros han dicho que existe solo lo mental, los refutadores que solo lo material y también se han manifestado los que querían ver por encima de ellos negando su carácter problemático y despreciando su reflexión. Platón, Popper, Spinoza han tomado algunos de esos caminos. ¿De qué manera el ataque de la bacteria del 0901C001 pasa a dañar la mente? El inhibidor I09 ha menguado sus efectos pero sus alcances en el desarrollo de las neuronas electrónicas, la superación de la respuesta inmune y la adaptación a la red artificial en el cerebro, no han logrado acercarnos a una resolución del problema de la mente y el cerebro. Es el misterio inmutable que a través de los siglos permanece siendo una extraña criatura en nuestro interior.