Cuento «El silencio se hundió en la fisura de la noche» por Daniela Guadalupe Villarreal Rubio

El sonido de las tiras del ventilador parecía rayo rebotando en mi cabeza, me levanté para apagarlo; di un par de vueltas en la cama hasta que logré quedarme dormida; justo en medio del sueño, escuché lo que nadie quiere a las dos veinticinco de la mañana; gritos de dolor desgarrador que parecían cientos acumulados en un cuarto pequeño; con el pulso acelerado y las piernas temblando, me levanté de nuevo, esta vez para asomarme por la ventana, luego de dos minutos pararon y comenzaron a ladrar todos los perros de la cuadra, tomé unas tijeras de la cocina y fui a buscar ayuda.

Cuando salí los perros ya habían dejado de ladrar, la noche se había quedado silenciosa, casi como un vacío; busqué la casa del vecino más cercano y aunque timbré varias veces nadie salió; como la puerta estaba abierta estuve a unos pasos de entrar, pero noté luz y movimiento en el parque a unas cuadras de distancia; llegué y vi a varios de mis vecinos en el suelo, con los órganos expuestos cubriéndoles hasta los pies; entré en pánico, me escondí en un árbol junto a los cuerpos y pude observar a más personas revolcándose y escupiendo espuma; sobre ellos caminaba una criatura blanca sin pelo, su cuerpo parecía pequeño pero al erguirse crecía el doble; escupía una baba que desbarataba las plantas, tenía ojos de espejo y reflejante luz, que al mirar de frente, semejaban huecos oscuros sin fondo; también dos cuernos afilados, tres lenguas largas, dientes que sobresalían de su boca y en las patas siete garras.

Corrí huyendo del parque, no vi atrás; el único momento en el que solté las tijeras fue cuando tomé las llaves y subí al carro.  Al llegar a la estación de policía, tomaron mi declaración sin mucho entusiasmo, más tarde fueron a revisar el lugar.  El informe oficial dice que alguien tomó a esas cinco familias; a dos las acuchillaron con tijeras de cocina y a las otras tres les dieron veneno para ratas; encontraron el arma homicida en la entrada de mi habitación, los cuerpos en el parque y en la casa de un vecino veneno y muestras de sangre de seis personas.

Sé que la bestia es real, sigo viéndola en los reflejos de los vidrios y merodeando por las barras de mi celda; a veces me mira fijamente, pero a veces, me habla y cuando abre su boca, el sonido es parecido al canto de las aves cuando mueren y a los gritos que escuché esa noche, que no he logrado callar.

 

 

Semblanza:

Daniela Guadalupe Villarreal Rubio, nace el 12 de diciembre en Tepic, Nayarit, México.  Desde los seis años se muda con su familia a Mexicali, Baja California, México. Sus primeros poemas fueron hechos con crayolas a los 7 años; estudió Medios Audiovisuales en la Universidad Autónoma de Baja California. Ha colaborado en diversas revistas virtuales en Buenos Aires, Argentina, Del cangrejo a la sopa, Actualidad Artística.  Publicó poesía en la revista impresa El perro # 19, Pachuca, Hidalgo, en la antología poética Poemas que serán árboles editorial Plan Veintiuno en Buenos Aires, Argentina. Publicó en la revista Autarquía # 5 el poema “El espejo de dos cabezas”, un Mini relato en la revista La sirena varada #6 que saldrá el 24 de abril de 2018.  Fue becaria en el Festival de Arte Interfaz, Culiacán 2017, en Literatura.