Cuento «El llanto en el aire» por Jasmín Cacheux

Cuando empujé el último bloque se vino abajo el suelo, entonces di con lo que fuera un mueble para guardar comida en frío. Lo supe por el golpe que me di en la espalda al caer. Las esquinas laminadas son inconfundibles. Quise ponerme en pie, pero volví a resbalar con las piedrecitas congeladas que se desprendían de lo que un momento antes era la superficie; finalmente conseguí ponerme en pie y me percaté de que estaba en lo que alguna vez fue un tipo de vivienda. ¡Y aquí me tienen! Observo que los objetos al paso pertenecen cuando menos a dos décadas antes a la mía o… de mis padres, quizá al tiempo de la pandemia en dos mil veinte; tal vez un poco después cuando creyeron que estarían a salvo y llegó “el llanto en el aire”, esa brisa que exterminó a tantas personas. Trato de imaginar cómo se vivía sin utilizar traje en exteriores y con ventanas abiertas… no puedo. Aquí hay algunas fotografías, el marco de vidrio impidió que se desgastaran por completo. Parece que quienes vivían aquí solían reunirse y abrazarse, eso de los abrazos, realmente se siente bien. Ahora lo practicamos poco, con higiene y sin pasar por alto los diferentes baños después de una sesión de quince minutos. 

¿En qué pensaban cuando abrieron las ventanas quienes vivían aquí? No entiendo. Internet y cualquier buscador les debió informar sobre la calidad del aire, porque claro que había internet, fue en el tiempo en que se conformó La Central. 

La madera con que construyeron esta silla no es mala, pero dudo que haya más; deseo que me autoricen quedarme con ella y con esta mesa desde la que estoy ahora viéndolo todo. Tiene estilo, es tan diferente al material que ahora utilizamos. Hay algo debajo y no me sorprende, porque mucho se quedó atrapado en sitios como este. El refrigerador está abierto. Sí, pensé que me encontraría con un resto humano, y aquí hay una mano hasta la muñeca. Cuando hacemos EA (Exploración Autorizada), nos exigen que llevemos una bolsa como esta para preservar hallazgos. Yo tengo el equipo desde el día que cumplí 19, lo fui reuniendo como objetos de uso para que La Central lo autorizara. Luego, la sala de espera, me pasé tres o cuatro meses ahí, entre más de 3000 candidaturas para hacer EA; ayudó que al nacer me infiltraron en diversas zonas del cerebro lo que llaman las Coordenadas de Existencia, sí, soy un PBE (Producto Beta Escala), me colocaron un bit nano que envía información en escalada hacia una fuente que administra La Central, se utiliza para almacenar datos sobre emociones e impulsos; no me hace especial, se lo colocaron a todas las personas que nacimos en los primeros minutos de la hora antes de amanecer, hace veinte años, en cada hemisferio del planeta; debimos ser millones, pero yo soy PBE porque no tengo implantes de metal para sobrevivencia, la inserción del bit nano, fue la forma que mis padres encontraron para que no me rechazaran de la Frecuencia y ahora también es por ello que me aceptaron para hacer este EA. En realidad, pueden pasar años para que te elijan, esta actividad es considerada un exotismo que usa La Central para promover la obediencia. En fin, por ahora tengo ante mí, en mi primera EA, una mano completa, con muñeca incluida. Si tengo suerte podré saber de hace cuánto tiempo… un momento, esta mano no es un esqueleto, pero guía a uno y a … otro.  ¡Vaya! Esto es de fotografía. Esta mano es de una mujer, sí, claro que sí, pero en la muñeca lleva unas letras… es un tatuaje ¿qué es? ¡Un nombre, un nombre! Debe ser su nombre; aunque la costumbre de aquella época no era tatuarse el propio nombre ¿entonces…? La trayectoria de esta osamenta me guía a la siguiente, parece que intentara alcanzarla. ¡Ay, la imaginación! Es peligrosa, ya me lo explicaron más de diez veces en los podcasts obligatorios de los viernes. “La imaginación es peligrosa, enturbia el espíritu. Silenciar la mente, estar en calma es lo único que nos salva”. 

Una fotografía más y tengo toda una historia. Desearía poder escribirla, pero sería borrada al día siguiente como ha ocurrido desde que alguien halló libros y tuvo la idea de informar a La Central, el Punto. Se quedaron con los libros y todas las formas de conservar lo que llaman la forma más peligrosa de alteración pública: la imaginación. Por eso hago notas de voz. Si tengo cuidado se confunden con apuntes escolares, eso hacemos para conservar las historias que contamos en la RAP (Reunión Autorizada en Pantalla). Me gusta la RAP, una vez, 38-12-56-7f-a, nos contó, como parte de la lección de geografía, que en la ciudad sesenta una mujer salvó su vida a partir de contar una historia suficientemente extensa a un líder anterior al surgimiento de La Central, para lograrlo debía mantener su interés en lo que le decía, así que agregaba cada vez nuevas historias hasta que formaron más de mil y el líder la dejó vivir. La lección se daba para dar cuenta de lo peligroso de practicar la imaginación, pues desafía la autoridad y no debe practicarse; sin embargo, nos ocurrió exactamente lo contrario. Por eso sé que, si yo pasara por algo así, comenzaría por intentar responder la pregunta: ¿por qué una mujer tiene escrito el nombre de otra mujer en la muñeca y extiende el otro brazo como si hubiera intentado alcanzar a la otra persona antes que…? ¡Claro! Antes que abriera la ventana. 

¿Qué más hay por aquí? Un papel, un papel… tiene algo escrito… Nunca después de ti. Si tomo el resto de las fotografías desde la mesa, creo que se aprecia mejor. ¿Cómo hicieron eso? ¿Quién de las dos es la mujer del nombre en la muñeca? A ver, Ella abrió la ventana y la brisa le dio en el rostro, el cuerpo caía cuando La Otra Ella corrió para alcanzarla, la piel se fue fundiendo con “el llanto en el aire” y la mano se desprendió quedándose adentro del refrigerador; el dolor debió de ser espantoso, pero no podía dejar a Ella, “el llanto en el aire” las mató, ese dolor debió de ser más… espantoso. 

Aquí debía de estar la ventana. Tener un nombre, ahora tenemos cifras. Soy 45-21-34-5-f-1, no puedo llevar una letra alfabética porque nací sin necesidad de metal y llevamos número después de indicar el género. Ella o La Otra Ella, en cambio se llamaba Casandra y una de las dos escribió en un papel, este papel, Nunca después de ti. ¿Después de quién? ¿Era un aviso, una promesa? ¿La escritura es rápida? ¿Cuánto tiempo vivieron? ¿Estarían en alguna fotografía de las que no se borraron? ¿Habrá otros rastros? ¿Por qué abrieron la ventana? “El llanto en el aire” fue un fenómeno mundial y duró tres años, luego llegó el hielo que nos dejó vivir, claro, por eso se conservó la mano, ya ha pasado mucho tiempo desde entonces. ¿Quién de ustedes es Casandra? Sé que son mujeres, lo sé porque yo soy una y es todo lo que necesito saber para reconocer a otra. Si guardo el Punto en mi Ruta, vendrán a hacer EA los de La Central, porque todo esto saldrá en la revisión del equipo que hace La Central y en los datos que envío desde mi mente a la fuente; si lo borro no sé cuánto tiempo pase para que pueda volver, descubrí el sistema de borrado el mismo día que entendí que el bit nano se apaga cuando me río sin parar. Casandra… Sí, definitivamente me encantaría tener un nombre, no sé si ese, pero un nombre, sí. 

Abrir la ventana para irse; no, esto no fue un accidente. Ella abrió la ventana y La Otra Ella fue tras suyo. Ya sé, ya sé, en este momento he roto más o menos trescientas normas al respecto del uso de la imaginación. Desde que metieron el sistema centinela a la fuente, paso la mitad del tiempo saldando multas, ahora seguramente será jornada completa. Me gustaría muchísimo elegir qué hacer, pediría que me asignaran ser limpia pantallas en la RAP, tal vez así podría filtrar estas fotos como errores de sistema o bucles en las salas de los demás, eso me encantaría. 

Tener un nombre, un nombre; escribir un último mensaje. Quizá lo escribió La Otra Ella a Ella, y lo encontró antes y decidió abrir la ventana para evitar algo. Ya lo decidí: no borraré el Punto en la Ruta, quiero que lo vean o que lo escondan, pero que sepan que alguien más lo sabe, no sé cuántas décadas atrás, pero la gente tenía nombre y escribía y se abrazaba incluso cuando estaba muriendo. 

Sé de qué hablaré esta semana en la RAP. Sólo deseo que me dejen conservar la mesa y la silla. 

—Central, quiero reportar un Punto en la Ruta, soy 45-21-34-5f-1, cambio.


Semblanza:

Jasmín Cacheux, escribe poesía, cuento, novela y teatro; cree en los elefantes, en la patafísica de Julio Cortázar, en Virginia Woolf y Marguerite Yourcenar. Su trabajo en cuento y narrativa ha obtenido reconocimientos nacionales, en 1996 y en 2018.  Su condición de funambulista emocional la ha llevado a hacer fotografía. Y, lo más importante, aún confía.