Cuento «Destino» por Norberto Flores

Del libro Que decida la suerte de próxima

publicación en Editorial Capítulo Siete.

 

Sus ojos verdes, la sonrisa que te hacía soñar utopías llanas. Las gafas ante esa mirada esmeralda, la volvían casi humana. Porque no era mujer, sabes, sino una diosa de carne y hueso, de cuerpo y cadencia, de anhelo y hechizo. Cintia detenía el mundo con solo pasar. Era, ¿cómo decirlo? Su destino. Así como el tuyo es el ser muda. Ambas nacieron con esa carga, como si fuese una broma cruel que nada podrá cambiarla.

Bueno, te decía, la presencia de Cintia detenía el mundo. Cada mañana la esperaba agazapado tras la cortina de mi ventana y ella, puntual, pasaba camino al trabajo. Ese instante en que podía verla de cerca, casi al alcance de mi mano, era todo para mí.

Cintia vivía sola y aunque solía tener visitas ocasionales de diferentes hombres, el fin de semana lo dedicaba a su novio. Solo a él. Esos días yo no la veía pasar ante mi ventana, porque se encerraban en el cuarto; y eso, me molestaba mucho.

¿Por qué esa cara, mudita? ¿No te gustó la cena? A ver, prueba esto. Rico, ¿verdad? ¿En qué me quedé? Ah, sí. La verdad es que yo odiaba los fines de semana porque no verla me llenaba el cuerpo de tristeza. Llámame cursi, anticuado si quieres; pero yo soy de los que creen en el amor a primera vista. Así que un día, miércoles (lo recuerdo bien), decidí esperarla en el vano de mi puerta. La saludé y Cintia pasó sin contestar, rodeada de su mundo estático venerándola, como si nadie le hubiera hablado. Después de eso, la ira: odié incansablemente a su novio y a sus amantes. A ella.

Así que planeé raptarla el siguiente viernes. La esperé de nuevo en mi entrada y, sin que ella lo esperara, la golpeé en la cabeza y la metí a mi departamento. Fue fácil: sin testigos ni alborotos.

Esa noche llegó su novio y tocó su puerta sin recibir respuesta. Luego vino a la mía, pero no abrí. De rato se fue.

No necesito decirte lo que hice con ella: su cuerpo era mi destino, solo quería tenerla una y otra vez hasta saciarme… pero nunca me sacié. La verdad uno nunca se cansa de lo que desea con todo su ser, y Cintia era una diosa hecha mujer. No podía quitármela de la piel, de la mente, de estas manos que de solo recordar sus ámbitos tibios, sus superficies tersas…

Disculpa las ataduras, sé que con ellas no puedes comer pero tenía que cerciorarme. Uno debe tomar sus precauciones con tantos vecinos. Los departamentos aquí están muy juntos y todo se oye. No, no llores, Mudita. A ver, come más. ¡Eso, buena niña! ¿Verdad que su carne es una delicia? Tiene la embriaguez celestial que ella era.

Mañana que te cene espero disfrutar en tu carne algo del sabor de Cintia.

 

 

 

Semblanza:

Norberto Flores (Guadalajara, Jalisco, 1976). Ingeniero. Sus textos han sido publicados en revistas literarias, suplementos culturales y la prensa. Fue finalista en el concurso de cuento corto Lunas de Octubre Cuautla 2016, poeta participante en el Festival Internacional de Poesía Latinoamericana 2016 y 2017, escritor invitado en FESTIBA 2017 y Fiestas Fridas San Francisco 2015, ha participado en el Encuentro de Escritores Voces en la Frontera y diversas mesas de lectura. Es miembro del Taller de Escritura Creativa de Graciela Ramos Domínguez en Reynosa, Tamaulipas.
Blogs: tehuani.blogspot.mx y tehuani.wordpress.com. Twitter: @Tehuani