Cuento «Cereal» por Christopher Bucio

Cuarta alarma del despertador, día común y corriente, entre semana, abro un ojo y enseguida el otro, me levanto lentamente, el pie derecho baja al suelo y busca desesperado su sandalia como un sabueso entre la ropa tirada del suelo, finalmente estoy despierto y desafortunadamente es un día más soleado de lo normal, los rayos de luz alumbran casi toda la casa, haciendo contraste con mis sentidos todavía aturdidos por el largo sueño, bajo las escaleras en modo zombi hasta topar con la cocina, analizo el refrigerador como un escáner de rayos x que busca entre los topers la forma más sencilla de saciar el hambre, ignora los vegetales, los huevos o cualquier cosa que requiera más de cinco minutos de preparación, checo la leche, aun servía, busco en el tercer cajón de la despensa para tomar el cereal de frutas de marca genérica que por casualidad es mejor que el original, me sirvo mi plato, tomo una cuchara metálica con grabados posiblemente fabricada en china por una empresa de miles de empleados que trabajan más de diez horas por un salario miserable todo por dar de comer a su familia, que ironía los dos necesitábamos de cucharas para alimentarnos aunque ellos utilicen palillos.

El cereal se está remojando, el azúcar se diluye entre la leche mientras clavo mi mirada en el fondo del plato, las ondas liquidas de la última cucharada aún se distinguen mientras pequeñas moronas de colores flotan como pequeños barcos en un mar de leche, ni siquiera se esperan la tormenta que se aproxima ni su fatal destino, imagino pequeños marineros dentro de los barcos queriendo navegar, luchando por su territorio naval, discutiendo con otros navíos por su color o la cantidad de azúcar que le tocó a cada uno, imagínate a sus hijos ¿habrán tenido escuelas? Todo lo que conocían era una bolsa dentro de una caja y de pronto un gran acontecimiento los arrojo a un mundo totalmente desconocido donde tienen que luchar por sus vidas, y las historias de amor que podrían haber compartido, serian manchadas por el hecho de que en una bocanada se extinguirían o que en un movimiento de muelas miles de millones de pequeñas criaturas de azúcar serian trozadas por los filosos dientes que solo cumplen su función, ¿serán felices? Si no conocen su propósito, solo pescan en el líquido saborizado viviendo el día a día creando comunidades y dialectos, supongo han de tener una voz dulce, pero desde acá solo suenan chillidos agudos, si le pongo fruta de seguro las usarían como montañas y pondrían diminutas banderas a base de malvaviscos u otro material solo para proclamar que pudieron llegar hasta la cima, pero verían los bordes del plato, verían que su universo es diminuto.

El cereal con cada minuto es más blando, de seguro ahora ya están arrugados y en edad adulta, un minuto para mí debería de ser toda una vida para ellos, viejos y débiles me voltean a ver de abajo hacia arriba como si yo tuviera una respuesta, no sé por qué nacieron, no tiene sentido que me recen o imploren como a un dios, no es mi culpa que su historia llegue a su fin, yo solo tenía hambre, mañana como otra cosa.