Cuento «Cantinero» por Martín Hernández

Después de muchos tragos, me empujé con “juerza” hasta la última gota de mezcal, queriendo exprimir la botella, ¡hasta miré cuando el chinicuil resbaló por el vidrio y con más ganas le chupé! Con la lengua me lo llevé al fondo de mi garganta y por fin, ¡que me lo trago!

No sentía el ardor de los primeros tragos del “elixir de los Dioses”. Las gotas de sudor rodaban desde mi cabeza pasando por la espalda para terminar en el pedorro. En el afán de refrescarme, me quité el sombrero y al aventarlo sobre la mesa tumbé la botella, rodando cayó al piso de tierra del lugar donde nos reuníamos a emborracharnos.

Quise levantarla y al agacharme, fuertes golpes dentro del pecho retumbaron en la cabeza, todo empezó a dar vueltas y me fui de frente, cerré los ojos por instinto, sentí el cabronazo contra las patas de las sillas o la mesa, y caí hasta quedar oliendo los “miados” en el suelo.

Inmóvil, escuchaba una discusión. Empeñándome por entenderla, percibí dos sombras de largas capas, caminaban en cuatro patas y de manera brusca agitaban sus brazos al momento que se vociferaban algo que no entendí.

Algo que escuché claramente:

—El planeta será para nosotros y si ustedes lo quieren deberán pelear.

— ¡Así sea!

Las sombras se alejaron por caminos opuestos. Pero volvieron acompañadas por multitudes de seres semejantes. En tropel y vuelos se aproximaban para encontrarse, levantando el polvo asqueroso que me irritaba garganta, nariz y ojos.

Un sangriento encuentro inició. Arrancadas de sus cuerpos, veía volar patas con púas y cabezas con ojos negros desorbitados. Aquello parecido a largas capas, en realidad eran alas que se desplegaban para elevarse. Chocaban unos contra otros siendo imposible distinguir los bandos.

Intensos olores putrefactos llenaban el ambiente. Enérgicos golpes y estruendos arrojaron sin rumbo a los contendientes envueltos en un líquido espeso.

Sentí fuerte estirón por encima, un par de borrachines me alzaron tomándome por los sobacos, mientras el cantinero lanzaba agua al vómito en el que había descansado mi cabeza.


Semblanza:

José Martín Hernández Torres. Matamoros. 1965. Maestro. Participa en el Taller del Instituto Regional de Bellas Artes de Matamoros. Ha publicado narraciones en la revista mexicana delatripa: narrativa y algo más, y en la española Agitadoras.