Cuento «Caipirinha: La carta» por Miguel Ángel Canté Chan

Ya perdí la cuenta de cuántas veces me han dicho puto desde la mañana. He tratado de ser fuerte desde hace mucho tiempo, aunque sólo en el exterior porque por dentro me estoy sumiendo cada vez más en un infinito abismo que ellos mismos excavaron con sus palabras y con sus golpes. Tengo dos moretones en cada lado de la cara, uno en los labios y otro sobre los ojos, tengo la nariz dislocada y me hace falta un diente. Últimamente todos me miran raro como si tuviera una deformidad en el rostro, como si no fuera una persona normal como ellos, pareciera que tengo tres brazos o que tengo un tercer ojo en la frente, aunque en realidad creo que es por los moretones. Aparento ser normal, pero al parecer eso no es suficiente para ellos. Pasan muchas cosas en mi cabeza, ya no puedo llorar más. Antes lloraba mucho cuando alguien me gritaban que no soy normal, que lo que soy es una aberración, que Dios esto y que dios lo otro, que me iría al infierno y que es mejor si estuviera muerto, ahora cuando me dicen eso, sólo puedo sonreír y agachar la cabeza. Mi papá me echó de la casa cuando lo supo, me gritó en la cara que no había criado a un hijo maricón, mi mamá no hizo nada, eso es peor, sólo se sentó a llorar y a rezar por mí ¿Rezar, para qué? No estoy enfermo. Pero eso ya lo saben, sólo quería decírselos una última vez. Sólo me queda mi hermana y ustedes, los únicos que me tendieron la mano, los únicos que han estado conmigo desde entonces y me duele pensar lo que sucederá después de esto.

Estoy sentado en el comedor, todo está muy vacío, me acuerdo de aquellos jueves cuando nos juntábamos en este mismo lugar antes de salir. Veo cómo anochece poco a poco, cómo la oscuridad inunda la habitación y me devora lentamente el cuerpo y el alma. Sólo tengo esta lamparita en la mesa en donde estoy escribiendo. Mi reloj dice que son las siete con veintitrés, tengo que prepararme, se supone que llegarán en media hora para cenar. Hay una mancha de sangre en la perilla de la puerta, no se preocupen, es de ayer, no es reciente. Ya no tengo ganas de levantarme, ya no quiero hacer nada, sólo quiero dormir, he estado durmiendo mucho últimamente. Estoy llorando pero no hay lágrimas, estoy seco, me exprimieron por tanto tiempo que me quedé sin nada, así que no se preocupen por encontrar unas hojas empapadas con lágrimas. Mi mano se ve diferente, parece aire, siento que me desvanezco lentamente, como si flotara. El ventilador sigue funcionando normalmente, lo puedo escuchar, las aspas hacen un ruido muy molesto, ya están muy oxidadas, hoy hace más calor que ayer. Siento que la humedad resbala debajo de mi cuello, es sudor, pensé que al fin se me habían escapado algunas lágrimas. Ya está todo muy oscuro, ya no alcanzo a observar mi mano. Puedo escuchar afuera el ruido de los coches y el caminar de las personas, las mismas que no me dejan caminar por las mañanas, las mismas que me taladran el corazón, aquellas que me confunden, que me dicen cómo tengo que ser, cómo actuar, ya no quiero ser yo, sería más fácil. Quisiera poder caminar sin sentir las miradas en la espalda, sin tener que mantener la cabeza agachada para no ver a nadie en los ojos y evitar que me golpeen de nuevo, sin tener que esconder las manos en los bolsillos para no tocar a la gente y contagiarlos de SIDA, pero yo no tengo SIDA y ustedes lo saben.

Comienzan a cerrarse mis ojos, ya es hora de dormir, faltan cinco minutos para que den las ocho, seguramente algunos de ustedes ya están en camino, se supone que les daría una noticia después de cenar, pero no creo aguantar. La comida ya está lista desde hace dos horas, se está enfriando, ojalá y lleguen pronto para que enciendan las luces, está muy oscuro aquí adentro. Todo pasó ayer, ayer tomé esta decisión porque ayer me quitaron la vida. Mientras salía de mi trabajo en la noche, unos tipos me cerraron el paso, no había sentido el corazón acelerarse tanto en mi vida, cuando me di cuenta ya estaba en el suelo cubierto de sangre, mientras esos tipos me enseñaban a comportarme como un hombre según ellos, ni siquiera los conocía, nunca los había visto, no les había hecho nada, me quitaron tres costillas, me dejaron muchas marcas en el interior y en el exterior, me quitaron todo lo que tenía, mi dinero, la ropa y después, entre todos, me quitaron la dignidad y las ganas de vivir una y otra y otra y otra vez, mientras sentía sus cuerpos encima de mí, mientras me rasgaba la garganta gritando por piedad, mientras me arrancaba las uñas tratando de arrastrarme en el húmedo asfalto, tratando de escapar de un destino que yo mismo me forjé por no ser normal, por ser como soy. Regresé a casa, sucio y solo, apestaba a semen, sangre, tierra y cerveza. No lloré. Me bañé y después los llamé uno por uno para invitarlos a cenar esta noche. Ojalá y lleguen pronto, para que enciendan las luces, no me gusta la oscuridad, porque no puedo ver mis manos. Enciendan las luces cuando entre y coman, ésta es mi despedida, perdonen por no recibirlos, pero las pastillas están haciendo efecto y estoy aturdido, se me cayeron algunas en el suelo, espero y puedan recogerlas. Quisiera tomar una última caipirinha como las que tomamos los jueves en la noche en el barecito de al lado, hoy es jueves. Perdónenme por irme de esta manera pero ya no puedo más, podía aguantar los insultos y los golpes, pero no podría soportar que me quiten de nuevo la dignidad y las ganas de vivir, porque eso sólo se puede quitar una vez, ya no regresan jamás. Me despido de esta vida, quizá en la otra, en la que sigue, sea una persona más normal. El óxido en las bisagras de la puerta hace que al abrirse produzca un sonido muy desagradable, díganle a mi hermana que le ponga un poco de aceite y también a las aspas del ventilador que gira encima de mí. Hoy hace más calor que ayer, siento húmedo debajo del cuello, debe ser sudor. ¿Qué es esto que sale de mis ojos?

… Ah, son lágrimas, qué raro.

Estaré acostado en el sofá, por si quieren verme.

 

 

Semblanza:

Miguel Ángel Canté Chan, nació el 10 de febrero de 1995 en la ciudad de Felipe Carrillo Puerto y creció en la comunidad maya de Señor. Actualmente estudia en la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, en José María Morelos, la licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes. Fue seleccionado para una estancia de un semestre (Septiembre-Diciembre 2016) en la Universidad de Lethbridge, en la provincia de Alberta en Canadá, en donde tomó cursos de Artes Dramáticas y un curso de Lengua Francesa. Ha participado en talleres de creación literaria impartidos por el profesor Wildernaín Villegas Carrillo (Premio Nezahualcóyotl en Lenguas Indígenas, 2008). Acreedor al primer lugar en el concurso de poesía organizado por la biblioteca pública constituyentes del 74 en José María Morelos (3 de abril de 2017). Becario del FONCA en el programa de Jóvenes Creadores en su edición 2017 en la categoría de Letras en Lenguas Indígenas.