Cuento «Aviones» por Héctor Fabricio Flores

¿Desde allá vino? Claro que me di cuenta. Vi cómo torcía la boca para pronunciar las “erres” y también vi cómo te miraba con suma inquietud, como con ganas de hacerte una disección con los puros ojos para averiguar de qué estás hecho, qué pasa por tu cabeza. ¿No te lo dijo? Te ha de haber preguntado qué soñabas y qué sentías, porque te digo que esos ojos verdes con los que te conquistó eran de lo más parecido a un par de microscopios.

Tú no te diste cuenta y tal vez estuvo bien, porque estás en la edad de no darte cuenta, de conocer muchachas y enamorarte nada más porque sí, porque el amor hace que el viento suene más dulce y que todo cuanto has hecho te parezca poca cosa, nada más porque lo has hecho antes de hallar el amor.

Con el tiempo notarás lo distintas que son las miradas de unas muchachas y otras: las que te quieren para que les des la mano y las lleves a pasear, las que primero necesitan ver cuánto aguantas, las que piensan que les convienes, las que te van a hacer esperar todo el tiempo del mundo, y las que están aprendiendo también, como tú, y que como tú se enamoran porque sí, porque esta vida es más linda cuando se dice que sí.

¿Cómo? ¿Dices que no fue nada más porque sí? Ah, ella vino a verte. Sí, sí me he dado cuenta que ahora se está acostumbrando eso de conocerse de bien lejos, a través de esos aparatos con los que tú dices que trabajas y yo veo que nada más te la pasas jugando. Por eso también sé que no es como antes, cuando la gente iba a visitar sólo a quienes de veras le interesaban, no a cualquier desconocido que le arrimara un sofá, como ahora. Bueno, o conocido apenas a través de una de esas pantallas planas donde todo es muy bonito y claro hasta que la señal de las telecomunicaciones falla y se distorsiona la imagen.

No, no es como antes. Antes las visitas duraban un mes por lo menos, y uno debía prepararse porque los viajes se extendían durante semanas en tren o en barco, incluso en carro. Para viajar nos preparábamos con bastantes cambios de ropa y mucha anticipación, cuidando de no dejar pendientes y contar con todo el apoyo de quienes nos alojarían en sus moradas. Luego, al llegar, nos convertíamos en uno más de la familia que nos abría las puertas y nos adaptábamos a cada una de sus costumbres, incluidos los alimentos y los horarios. No se valía llenar y volver a llenar el plato con ensalada para evitar el picante o la carne guisada en aceite, como le hacía tu amiga.

¿Entonces te vino a ver porque platicar a distancia ya no le bastaba? Ah, ¿también eso? ¿Y eso también te lo dijo? Sí. Bueno, en realidad me sorprende y no me sorprende, porque, como te decía, vi con mucha claridad que no terminabas por entender sus gestos, la forma en la que se pasaba los dedos por el pelo lacio y ladeaba el rostro para que con tu mirada abarcaras todo su cuello. Pero esas cosas no se dicen porque sí. ¿Ves cómo quería saber lo que pasaba por tu mente?

Entonces no eras cualquiera, entonces lo de sus ojos tenía un gran trasfondo. Ella también estaba aprendiendo y se enamoró porque se dio cuenta de que esta vida es más linda cuando se dice que sí… Ahora ya no le parecerá tan linda, ahora tu miedo la obliga a tener valor, hasta que te olvide, al menos. ¿Cómo que por qué? Así es: las mujeres reaccionan mucho más rápido, lo deben hacer porque sus organismos son más sensibles y valiosos: tienen la capacidad de hacer crecer otra vida durante un tiempo determinado dentro de su propio cuerpo. Si te interesa de veras… Tú puedes seguir jugando mientras tanto, o ver cómo le vas a hacer para juntar para el avión.

Se veían hermosos los dos abrazados frente a la rueda de la fortuna del parque,  con esos helados de frutas que doña Nuria vende en barquillo en la peletería, tan jóvenes y con tantas alternativas. Sé que tú crees que esto te va a volver a pasar y que vas a encontrar a otra que venga a verte como ella vino, como si no se nos fuera el tiempo y todas las cosas se repitieran. Sigue creyendo, puede que tengas razón. Lo seguro es que a su debido tiempo te va a doler haber dejado ir a esa muchacha. Te puede doler para bien o para mal, será cosa tuya.

¿Que va volver? Va a encontrarse otro en ese aparato en el que se conocieron, al que te la pasas mirando embobado cada dos minutos, como enamorado, mucho más enamorado que de ella, a quien ya dejaste ir. Y al que ella encuentre lo más seguro es que lo va a querer porque va a pensar que le conviene. ¿Y sabes qué? Le va a convenir, porque cuando se es paciente casi siempre se logra que las cosas sucedan como se quiere. Ella va a tener paciencia en adelante, lo aprendió de ti. ¡Qué va volver!

 

Semblanza:

Héctor Fabricio Flores Martínez nació en la Ciudad de México el 28 de octubre de 1985. Es licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México y Maestro en Apreciación y Creación Literaria por el Centro de Cultura Casa Lamm. Ha trabajado en diversos medios de comunicación, como los periódicos EL UNIVERSAL y KM.Cero, Noticias del Centro Histórico de la Ciudad de México. También ha colaborado para las revistas Marvin y El Jolgorio Cultural. En 2015 publicó su primera novela, titulada Asdrúbal.