Las bestias se esconden bajo disfraces inocentes
Paulina Monroy, Brujas
Una fría brisa acompañaba a Aurora a la hora en que regresaba a casa. Su paso era rápido, pero no inseguro a pesar del vacío. Llevaba una bolsa con barbacoa y consomé para desayunar con sus hijos, Andrés y Gabriel. Aunque le hartara trabajar durante el turno nocturno, tenía claro que era su mejor opción laboral. La paga que recibía, como supervisora de mantenimiento, le alcanzaba para solventar los gastos de casa y pasar más tiempo con ellos.
Aurora entró a su departamento, dejó la bolsa en la mesa del comedor y fue a su recámara. Gabriel y Andrés dormían. Se secó, cambió de ropa y salió para despertar a Andrés que estaba en el sofá de la sala; como de costumbre enredado en las cobijas. Aurora se acercó, se las quitó y al verlo exclamó:
—¡Andrés! ¡¿Qué te pasó, hijo?!
Aurora se llevó las manos a la cara, cerró sus ojos y le gritó a Gabriel. Entre sueños Gabriel oyó a su madre. Exaltado, aventó las cobijas y corrió.
—¡¿Ya viste cómo está tu hermano?! ¡¿A dónde salió? ¡¿Qué le pasó?!
—No sé, ma’, no sé —respondió Gabriel desecho—, bueno, sí sé, pero…
—¡Pero nada Gabriel! ¡Dime!
—¡Ya má’! ¡No me grites! Como a eso de las siete de la noche vino Alberto y lo invitó a una fiesta. Andrés no quería ir, pero Alberto insistió, dijo que no quería ir solo. Y Andrés que no le gusta abandonar a las personas, pues se fue con él. En la madrugada Miguel lo ayudó a llegar aquí al departamento, él nomás me dijo que Andrés se había peliado. Yo ayudé a mi hermano a acostarse y lo tapé, aún estaba consciente, me dijo que nos quería mucho y que lo disculpáramos.
La impotencia y la zozobra inmovilizan el juicio y la calma, y sin juicio y sin calma uno queda estático ante la adversidad. Aurora y Gabriel se abrazaron, la impotencia y la zozobra los envolvieron, hasta que oyeron que alguien tocaba a la puerta de su departamento. Aurora se apartó de Gabriel y se dirigió hacia la puerta.
—¿Qué pasó Aurora? ¿Están bien? —preguntó Edith.
—¡No, vecina! ¡Andrés, Andrés! ¡No despierta, no despierta! ¡Está golpeado y no sé qué hacer, Edith!
Edith la sostuvo y pidió a Gabriel, arrodillado a la altura de los hombros de Andrés, que llamara a una ambulancia.
—Ya viene para acá.
—¿Qué le pasó a mi hijo? —seguía preguntando Aurora.
Miguel entonces contó a Aurora y a Edith lo ocurrido:
—Como a eso de la cuatro de la madrugada tocaron la puerta y pues salí a ver quién era. Me iba hacer el de los oídos sordos, pero casi la tiraban. Era Andrés junto con cuatro de sus amigas, lo acompañé hasta tu departamento y luego regresé a preguntarles qué le había pasado. Me dijeron que en la fiesta en la que estaban, un chavo de esos que usan gorras con brillitos, le dijo: “¿Qué le ves a mi novia, puto?” Y de repente oyeron botellas rompiéndose por todos lados y una gritería: “Chinguen a su madre, culeros. Ya déjenlo. Están por la verga”. Y Andrés logró apartar a Alberto para que no lo sacaran a la calle donde se estaban dando con palos y tirando piedras. Pero un compi’ más alto que Andrés le reventó un botella en la cabeza, lo agarró del cuello y le dio de puñetazos en las costillas. Andrés gritó: “No mames, cabrón”. Se giró, le dio un cabezazo, lo abrazó y lo tiró; pero el compi’ se le aventó a Andrés y luego él se cayó. Y pues ahí lo agarraron como diez tipillos y lo empezaron a patear, hasta que unos amigos de ellas le tendieron un paro. Y, pues, ya que se los quitaron, lo sacaron, lo subieron a un carro y se lo llevaron a un hospitalito.
—¡Mi Andrés! ¡Mi Andrés! Le dije que no se saliera.
Un canto apagado de sirena les advirtió de la ambulancia. Miguel se levantó y fue a abrir. Los paramédicos entraron, pusieron a Andrés sobre una camilla y cruzaron la sala-comedor entre miradas consternadas y llorosas.
En un pequeño cuarto de hospital, con los ojos hinchados y el cuerpo en trocitos, Aurora abraza a Gabriel, y con su mano aprieta fuerte la de Andrés. Había entrado en estado coma, un coágulo en su cerebro, le había dado el golpe final, según dijeron los doctores.
Aurora le lleva flores cada mes.
Semblanza:
Dante Vázquez M. (México, 1980). Finalista del XI Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2019; finalista del IX Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2017; finalista del III Premio Internacional de Poesía Jovellanos, El mejor Poema del Mundo, Ediciones Nobel, 2016; primer lugar en el Concurso Cuentos de Mucho Miedo, Mucho Miedo Mx: Todo sobre Horror, 2015; ganó el VI Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2014. Es autor de Apocalipsis hoy, (H)onda Nómada Ediciones, Colección Pase de Abordar, 2013. Cuentos y poemas suyos han sido publicados en distintas antologías y revistas digitales e impresas.