Creo que es evidente que las relaciones personales de “calidad”, con otras personas, proporcionan numerosos beneficios, y en este sentido son evidentes las diferencias “hombre-mujer”. Los hombres cuando se relacionan entre ellos, sus temas son: el futbol, de negocios o de cualquier otra cosa, pero nunca de su vida personal o de sus sentimientos. Las mujeres sin embargo, conectamos entre nosotras de manera diferente y nos proporcionamos sistemas de apoyo que nos ayudan a lidiar con el estrés y las experiencias difíciles de la vida.
Físicamente esta cualidad a la que podríamos denominar tiempo para las amigas o “entre chicas”, nos ayuda a fabricar serotonina (un neurotransmisor) que permite combatir la depresión y puede producir una sensación general de bienestar.
Las mujeres compartimos nuestros sentimientos, mientras los hombres rara vez se sientan con un amigo para hablar de cómo se sienten, sobre todo si se trata de su vida personal. Trabajo, coches, golf, pesca, caza… pero nada más. Nosotras compartimos desde nuestra alma, con nuestras congéneres y evidentemente esto es bueno y beneficioso para nuestra salud.
Por esto podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que, el ir a tomar café con las amigas, es algo maravilloso. Y fiel a estas ideas que he expuesto como declaración de principios, yo voy cada día al “Café – Expreso” a tomar café con mis amigas. Somos un grupo diverso, en edad e ideas, profesiones y criterios, y quizá por esto, ese rato de convivencia resulta tan agradable y tan catártico.
Además, Europa tiene históricamente hablando, tradición cultural en los cafés. Y cada urbe se identifica con un escritor, así por el “Café – Gijón” de Madrid, con Cervantes y con Quevedo. Dublín es igual a Joyce. Praga de Kafka o Lisboa de Pessoa, igual que Roma, Berlín, Budapest, Viena o París tienen su ADN de café literario, de tertulias… cafés llenos de gentes y palabras, donde se escribe poesía, se conspira, se filosofa y se cotillea. Desde el café favorito de Pessoa, en la Plaza do Començo, hasta los cafés de Copenhague que frecuentaba Kierkegaard, todos encarnan la noción de entendimiento y de cultura.
Modestamente el “Café – Expresso” en Teruel, es el lugar de encuentro con mis amigas y el mío propio, así como un grupo de gente asidua, que como consecuencia de vernos cada día hemos entablado un acercamiento amistoso.
Hay un matrimonio mayor bien-avenidos que cogidos de la mano acuden al café a desayunar, leer el periódico y charlar con algún conocido. Son el símbolo de 50 o 60 años de convivencia con amor.
Otro grupo lo forman las funcionarias que consumen su tiempo reglamentario de descanso, tomando su cafecito.
El promedio de edad está en 60 años para arriba, pero también acuden matrimonios jóvenes con el carrito del bebé, al que vemos crecer y avanzar y avanzar en su proceso de desarrollo. El grupo de médicos también es asiduo al local, ya que el Hospital está muy próximo. También los directivos y algún jugador del CAI voleibol – Teruel que destacan sobre el resto de asistentes por su altura fuera de lo común.
Algunos vecinos de nuestra propia casa, como un matrimonio ruso, ella médico y compañera de la piscina en verano… Así es, más o menos el conjunto de asistentes, que conformamos un grupo singular.
De mi grupo de amigas puedo decir que destaca Mª Ángeles, a la que conozco hace más de treinta años y a la que considero mi hermana, confidente y de leal amistad. Los demás, conocidas de pasar el rato, no merece la pena ni destacar, ni hacer mención.
Mientras todo esto ocurre, alrededor del local a pocos centímetros del techo y sobre una moldura de madera, transcurre un pequeño trenecito, con su máquina y sus vagones, rueda y da vueltas una y otra vez para entusiasmo de la gente menuda, y sorpresa para los que entran por primera vez… y en última instancia para dar nombre y singularidad al local.
El lugar es ciertamente ruidoso, al chocar de los platos, cucharillas y demás menaje se une el de las conversaciones de los asistentes en voz alta, algo característico de los españoles que hablamos con pasión y subimos el tono de nuestros coloquios.
El dueño, Benito, trabajador incansable de humor socarrón supervisa que la atención al cliente sea rápida, esmerada y correcta, cosa que los camareros (rumanos – cubanos) y las chicas de detrás del mostrador realizan con profesionalidad y afecto, pues a los clientes habituales nos sirven lo de costumbre y el trato es muy cordial.
Así, cada mañana la reunión se repite y salvo la incorporación de los maridos de alguna de las amigas y de Andrés que suele acudir los domingos, transcurre la cotidianeidad de mi vida, que es rica en afectos, compromisos y serenidad.
Me acompaña mi hija Anuska, mi ángel, aun siendo la más joven del grupo, no tiene inconveniente en asistir a estas reuniones a las que aporta no solo su juventud sino su entusiasmo por la cultura, arte y los animales. Compartimos madre e hija tantas cosas y colaboramos en tantos proyectos culturales en defensa del patrimonio que nos legaron nuestros antepasados.
Y el elenco de personajes culmina con Gertru, una señora encantadora, que pese a sus años no tiene inconveniente en ponerse al día en las nuevas tecnologías y en recetas culinarias internacionales para las que tiene una “mano especial”. Es lo que yo llamo una mujer desaprovechada, porque podía haber sido lo que hubiese querido y por ser “mujer” y los clichés culturales de su época, se quedó en ama de casa, por cierto excepcional, y que nos acompaña en ocasiones aportando anécdotas y su gran simpatía y don de gentes.
Recomiendo esta terapia – café por efectiva y económica.
Semblanza:
Ana Castañer Pamplona, nacida en el seno de una familia de intelectuales progresistas, fue hija única y recibió una estricta educación. Formó parte activa en la Política Nacional como Senadora en la Cuarta Legislatura y Presidenta de la Comisión de Trabajo, siendo la Primera Mujer Parlamentaria de la Provincia de Teruel. Becada por el Gobierno Noruego para realizar allí su doctorado, conoció al mexicano G. Canales que la inició en los Tapices en miniatura. Tiene una amplia formación artística, como pintora reconocida en todo el mundo, y escritora de éxito, siendo la estética una parte esencial en su vida.