Conversación con Álvaro Hernando por Xánath Caraza

Álvaro, ¿cuéntanos un poco de ti?

Me llamo Álvaro Hernando y nací en Madrid, España, en la primavera de 1971. Soy maestro, aunque he ejercido como periodista y publicado varios estudios fenomenológicos, sobre circunstancias del lenguaje, como antropólogo.

Alguna vez me dieron premios, seguramente por ser buen niño, el último de ellos fue el Premio Poesía en Abril 2018, otorgado por el Chicago Poetry Festival. Vivo en Woodstock, Illinois, desde el año 2013.

Colaboro habitualmente en diferentes revistas literarias y, por si no fuera suficiente lío, unos locos amantes de la poesía me hicieron delegado en los Estados Unidos de la revista de poesía «Crátera».

He escrito varios libros, algunos de poesía: Mantras para bailar (Pandora Lobo Estepario Publishing, Chicago, 2016), Ex-Clavo (Karima Editora, España, 2018) y Chicago Express (Pandora Lobo Estepario Publishing, Chicago, 2019). Participé en antologías: Poetas de Tierra y Luna, Reedición homenaje de Poeta en Nueva York, de García Lorca (Karima Editora, España, 2018) y Cuentos @ (Magma Editorial, España, 2019), siendo este último es mi primera incursión en la publicación de relatos.

¿De qué se trata tu nuevo poemario?

Chicago Express ha sido producto de las interacciones que he tenido con esta tierra. Aunque el título remita a la ciudad de Chicago, en realidad está compuesto por muchos poemas inspirados en todo el territorio de los EEUU, o por circunstancias dadas durante el tiempo que he vivido en él. No es un diario, pero sí he de confesar que cada poema me recuerda a un momento, un lugar o una persona en especial. A veces han sido momentos recordados durante estos seis años, muy anteriores a mi llegada. En ocasiones han sido lugares inventados o habitados sólo por mí, sin presencia en mapas, ni localizables por satélites. Hay también una visión narrativa en algunos de los textos, como postales de un Midwest en el que lo único real lo pone el ojo del observador. No creo que un lector vaya a encontrar el asfalto de Chicago bajo sus pies cuando lea este poemario, pero sí puede que se encuentre calzando mis zapatos.

¿Cuándo salió publicado? ¿Dónde? ¿Cómo te nace esta idea?

El germen de Chicago Express viene de hace ya. Algunos de los poemas son anteriores a mi llegada, una vez habiendo tomado la decisión de venir, y con la cabeza puesta en la separación de todo aquello que me ataba a la tierra en la que mi padre está enterrado. Poco a poco el poemario se fue completando, hasta incluir unos 15 nuevos poemas nacidos entre el fin de 2018 y principios de 2019.

El libro lo edita Miguel López Lemus, quien ha trabajado enormemente en el texto, obteniendo un gran resultado. Él ya sabía de la existencia de estos poemas desde la publicación de Mantras para bailar, en su mismo sello, y ha apoyado siempre el trabajo. Sin él no sé yo si hubiera podido publicar Chicago Express.

Como decía, la idea nace hace años, y tiene que ver, al principio, con todo lo material a lo que ceñimos el sentido de nuestra existencia. Las personas, los lugares, los objetos, son todo reflejos. Son como anclas. Uno se encariña con un objeto y, en cierta forma, se encadena a él. A veces son cosas de enorme valor económico, como las casas, los automóviles, incluso los aviones o algunos libros. Muchas otras son herramientas, utensilios, aperos. La mayoría de las veces son pequeños, simbólicos, regalados o heredados, ganados, prestados, recuerdos de personas y tiempos que, y esto es tan falso como verdadero, quedan para siempre vivos en estos objetos. En definitiva, todo apegos. 

Uno se desprende de las cosas y se queda como sin pasado. 

Incluso, en ocasiones, nos despojan de los objetos, como tratando de quitarnos el valor; como si nuestros apegos fueran menos importantes que los de los que manejan los hilos. Incluso la vida de algunas personas se toma como si de un objeto en propiedad se tratara, destrozándolo, convirtiéndolo en recuerdo, en muerte, en nada.

Por seguir, hay personas que no valen mucho más que los objetos que portan. 

Lo que para uno es un sin-valor, para otros es la sangre en la boca o la sed saciada.  Qué más da todo. 

Las cosas, las personas, los recuerdos, las anclas… todo quedará sumergido en el óxido del tiempo, hasta ser una muesca o el olvido. 

Mientras tanto, y por ello, yo os deseo que tengáis completos desconocidos como compañeros de viaje. Gente que te desconozca, cuyo único idioma para relacionarse contigo sea el de la sorpresa. 

¿Quisieras compartir algo más con nuestros lectores?

Como no, un cotilleo: me mudo a España. Me asusta. No sé si allí se me hará tan sencillo como aquí el poder vivir la literatura en primera persona. Echaré enormemente de menos el trato con todos los escritores americanos. Tendré que acostumbrarme a que ya no me digan que soy un “autor local” en Chicago. Profunda pena irme de este entorno. Hay escritores (sobre todo escritoras) de aquí, enormes, que me han marcado para siempre, personalmente, sobre todo. Echaré de menos el poder compartir con ellos. Chicago siempre será punta de lanza en el español de los Estados Unidos. Ha sido un honor formar parte de ello, aunque ya toque a su fin, al menos por ahora, esta etapa.

¿Nos compartes algunos poemas?

Elijo compartir con los lectores estos cuatro poemas: Treinta y nueve eclipses, El perro que le habla al cielo, Euthanasia y Cuervo. Lo coloco según su orden en las páginas del libro.

El primero es una retahíla, inspirada en el gran eclipse que nos tocó disfrutar desde esta parte del globo hace un par de años. Me pidieron un inédito para la revista Contratiempo, una de las publicaciones más importantes en papel en el Midwest, si no la que más, y esto es lo que surgió. Las cosas que se ven de entre todo lo que pasa, y aquellas que quedan desdibujadas por tal presencia. 

Treinta y nueve eclipses

La mano sobre el pudor.

El pudor en la mortaja.

La mortaja detrás de la vida.

La vida sobre la ausencia.

La ausencia antes que el olvido.

El olvido ante el silencio.

El silencio cuando el dolor.

El gemido tras el llanto.

La esperanza contra la fe.

La verdad desde el honor.

El honor sobre el veneno.

La víbora en una cuna.

La cuna bajo el poder.

La voz de la madre muerta.

El pan junto con el hambre.

Tus pechos junto a mis labios.

Los versos bajo los números.

La puerta sin cerradura.

Los muertos tras la venganza.

La luz bajo un párpado muerto.

Camille tras el cincel de Rodin.

La lava que limpia el suelo.

El bostezo ante la ciencia.

Bach dentro de un violoncello.

La infancia sobre la arena.

El agua sucia de arena.

La sal de la sed para el agua.

La ceniza en el tiempo.

La palabra para el necio.

La mentira sobre el amigo.

El guiño del hombre tuerto.

Los amores sobre el fuego.

Las alas en el infierno.

La leche caliente en invierno.

La sangre sobre la nata.

La victoria del hombre muerto.

Las cometas en el cielo.

Una mano sobre la piel.

Tu nombre en un pensamiento.

El segundo poema tiene que ver con los sentimientos encontrados que me vienen a la mente cuando pienso en el ser humano, a veces solidario y otras, egocéntrico hasta el delirio. Todos perseguimos la aprobación de un amo. Es un amo con muchos nombres.

El perro que le habla al cielo

Somos levedad de muchos dueños,

eso somos.

Siena sobre arcilla

en el asfalto roto

ante una lluvia siempre amenazante.

Somos perro de muchos dueños

atendiendo a tanto hueso,

a tanto palo, a tanto miedo,

cercenado el rabo y el norte de la brújula,

que llevamos el invierno en las pisadas.

Espera uno el premio, la mirada aprobatoria

el gesto que abra la puerta y deje entrar el aire

de una luz que nos es tan hostil como seca.

Somos perro de muchos dueños con antojos

que no saben del amor con que uno le habla

a los orines de la calle.

Somos ídolos ardiendo y ácido sobre cristal,

agua derramada en fuego, un anciano esperando al tiempo.

Somos levedad densa, alargada y poliforme,

empeñada en darnos nombre:

un quejido ateo rezándole a un dios,

susurro entre plegarias de viento.

El tercero de los poemas tiene que ver con la frivolización que he experimentado en estas tierras. Es una frivolización de la existencia y hasta del mismísimo demiurgo. Es la rendición frente al Hakuna Matata, simplón, que nada tiene que ver con el Carpe Diem. No hay demasiada virtud en las prisas de esta vida. Muchos deciden la muerte social en vida, incluyendo la muerte social de cara a la galería.

Euthanasia

Desbrozar el tronco seco

para que parezca vivo,

matar la hiedra

y llamarlo piedad.

Hay que recrear lo cierto,

pensar vivo lo muerto.

Que parezca original.

Y, por último, un poema dividido en cinco actos: Cuervo. En este poema me encontré con el niño muriente que hay en mí. ¿Recuerdan haber encontrad, en sus primero años, a solas, un animal ahuecado por la muerte? Pues eso.

Cuervo

(San Francisco)

I

Hay un cuervo muerto en Grant Avenue

es un cuervo sin plumas

casi polluelo

un proyecto de elegante cuervo negro

que ha quedado en una cara desfigurada

rosácea y aplastada

como pasada por un desierto

seca.

II

Hay un cuervo muerto entre Market Street

y Linden

mirándonos desde abajo

con la vista hueca

de himenóptero repleta

deshaciéndose en dudas

por nuestros pasos entre charcos,

no hace frío.

III

Hay un cuervo muerto dentro de mi cabeza

ríe, desplumado, grotesca piel rosa,

en dos dimensiones ocupa

el lugar que el polvo y la broza

alimenta en mi pecho

y anida de ti en mí

con su panza hinchada

y sus pies descalzos

cubiertos tan solo por garras

de avechucho polluelo muerto.

IV

Hay un cuervo muerto dentro de tu pecho

me pertenece entero

con sus plumas que le faltan

con su vida que fue

con su alma que llora

todo es mío

el lugar oscuro entre estrellas y perfumes

abierto solo para esas mis tristezas

que haces tuyas (y alimentas)

con la fe puesta en que tornen

sueños de polluelo aún en el nido.

V

Hay un cuervo muerto mirándonos perplejo

flotando en la nada inexistente

que duda de su presencia

y de la nuestra

reflejo de azares y desvíos

presa de oscuras formas en el agua

salpicado de lluvia y soledades

esperando encogerse con el tiempo

tapando con su pobre cuerpo cuervo

humanas oquedades.