El medio ambiente es lo de hoy y los figurines de la política lo saben. Ahí están las fotos. No miento: antes no habían movido un dedo para prevenir y hoy estrenan guantes, costales y escobas para evidenciar públicamente la existencia de un compromiso y una fugaz preocupación por el tema.
Pero el fin de esta entrega es otro y voy al punto.
Ayer, la organización ambientalista Greenpeace México, hizo un planteamiento a propósito de la bestial contaminación que la zona centro del país ha debido enfrentar los últimos días, subrayando la necesidad y obligación de “tomar acciones de fondo para evitar que situaciones que afectan gravemente nuestros derechos a la salud y al medio ambiente sano se vuelvan a repetir”.
Tienen razón.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la muerte de alrededor de 21 mil personas cada año en nuestro país está relacionada con la mala calidad del aire y, por si no fuera suficiente, resulta que en ese mismo lapso generamos más de 44 millones de toneladas de residuos, cifra que de acuerdo con estimaciones hechas a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), podría aumentar a 65 millones para el año 2030.
En materia de agua las cosas no son diferentes. De acuerdo con el Primer Informe Contraloría Social, realizado al Programa de Tratamiento de Aguas de la Conagua en 2017, 70 por ciento de los cuerpos de agua en nuestro territorio (ríos, lagos, lagunas y demás) tienen algún grado de contaminación. Especialistas de la Universidad Autónoma Metropolitana afirman incluso que las autoridades desconocen la calidad del líquido en al menos la mitad de los 653 acuíferos que hay en tierras mexicanas.
Greenpeace México se centra en el caso de los contaminantes en el aire -las traídas y llevadas partículas suspendidas-, y ponen en la mesa seis medidas que de inmediato deben adoptar tanto la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) como la Comisión Ambiental de la Megalópolis, compuesta por la Ciudad de México y los estados de México, Puebla, Querétaro, Hidalgo, Morelos y Tlaxcala:
1.- Prevenir la contaminación desde su origen. Gran parte de las emisiones contaminantes provienen del transporte, por ello se deben actualizar los programas de gestión vehicular y endurecer medidas como el Hoy No Circula.
2.- Mayor accesibilidad al transporte público y la vivienda, lo que se traduce en planes de desarrollo y ordenamiento territorial que permitan a la gente reducir sus traslados y con ello su huella ambiental.
3.- Más inversión a la movilidad sustentable para impulsar proyectos a favor de los peatones y ciclistas, así como el transporte público cero emisiones.
4.- Campañas de prevención e información permanentes para que la población esté al tanto de la calidad del aire que respiran en sus ciudades y los impactos que esto tiene en su salud y qué hacer para protegerse.
5.- Controlar las emisiones de fuentes naturales, a través de la prevención y el combate de incendios, la recuperación de zonas erosionadas y la restauración de áreas con beneficios ambientales, incluyendo áreas forestales, protegidas y verdes urbanas, así como el manejo de emisiones evaporativas en los sistemas de manejo de combustibles en la megalópolis.
6.- Reforzar el marco jurídico e institucional. Es necesario que los gobiernos que integran la CAMe, presionen para que se actualicen las normas de salud ambiental, los sistemas de monitoreo de la calidad del aire, la regulación de fuentes fijas y las de combustibles.
Si bien es cierto, estas acciones contribuirán a aminorar el problema en el aire, también hay que planear y actuar en agua y tierra; es decir, debe haber planteamientos integrales involucrando a todos.
Ahí está el caso, por ejemplo, de los trabajadores de la Semarnat, alrededor de 10 mil, quienes acompañados por sus familias “se sumaron de manera voluntaria” a la campaña Limpiemos México: recolectaron 106 toneladas de residuos sólidos urbanos a través de sus delegaciones durante la décima jornada de limpieza el pasado 20 de mayo.
Por ello es relevante retomar el documento “Visión Nacional hacia una gestión sustentable: cero residuos”, presentado en abril pasado por esa dependencia, cuyo objetivo es transformar el esquema tradicional del manejo de los residuos en un modelo de economía circular, para el aprovechamiento racional de los recursos naturales y favorecer el desarrollo sustentable en el país mediante seis principios transversales:
-Comunicación efectiva. Fomentar la transparencia proactiva; Educación ambiental para la sostenibilidad.
-Integrar la economía circular en los procesos educativos.
-Corresponsabilidad. Concientizar a los grupos de interés sobre su corresponsabilidad en la producción y consumo de bienes y servicios.
-Concurrencia Articulación de los tres órdenes de gobierno y la participación activa del sector privado y la sociedad civil.
-Participación ciudadana. Fortalecer la participación de la ciudadanía en el manejo de residuos.
-Monitoreo reporte y verificación (MRV). Fortalecer el seguimiento al desempeño de la Gestión Sustentable de los Residuos.
Ojalá esta no sea una lista más (otra) de buenos deseos del gobierno federal y se logre concretar el objetivo ahora, cuando caemos en la cuenta de que el cuidado y protección del medio ambiente es tarea y responsabilidad de la misma especie que participó, provocó e impulsó su descuido y destrucción.