Comentario al libro _Tejerás el destino_ por Álvaro Torres Calderón

Viajar y transportarse es vivir diferentes estaciones y tiempos. Es una parte esencial en la poesía de Xánath Caraza. La sensación de estas páginas de Tejerás el destino es la complejidad de las imágenes que se nos presentan. Son imágenes y objetos náhuatl que vienen como ofrendas para nuestra apreciación y aproximarnos a tiempos que en un principio son remotos. 

A su vez esta colección de poemas es la rendición de un apasionado homenaje a una de las mujeres que destacaron en la sociedad de Tenochtitlan del siglo XV. 

Macuilxochitzin o Macuilxochitl, poeta nacida en los años más prósperos de la expansión de la civilización Azteca. Hija del consejero real Tlacaélel y sobrina del guerrero Tlatoani Axayácatl. Su vida y sus obras son un ejemplo del paralelismo de género en el México prehispánico en el que las mujeres tenían iguales oportunidades de las que disfrutaban los hombres. 

Según el antropólogo e historiador Miguel León-Portilla, hay varios cronistas que hacen referencia a cantos cuyos autores son mujeres; sin embargo, lo lamentable es que no se tiene conocimiento de muchos de los nombres de sus autoras. Dichos cantos demuestran su talento poético y la profundidad de sus mensajes, como por ejemplo consejos a sus hijas pequeñas, el discurso de ancianas, o las palabras de la partera, quien con experiencia de su labor aconseja a las madres que están a punto de dar a luz, no interesando si eran primerizas o no, ya que es un momento doloroso físicamente, pero al mismo tiempo especial y mágico. Son palabras que fluyen como sangre y agua en la construcción de vida, a la continuación del crecimiento de sociedades y regeneración cíclica de la visión mesoamericana.

Aquella colección de cantos ciertamente es un tesoro y dentro de esta riqueza literaria se encuentra un canto cuya autora es la señora Macuilxochitzin oriunda de Tenochtitlan, nacida en 1435. El cronista mestizo del siglo XVI, Hernando Alvarado Tezozómoc, escribe que aquella forjadora de cantos era la octava de doce hijos, cuyo padre fue el gran Tlacaélel, celebérrimo consejero o Cihuacóatl de los reyes aztecas. A su vez, de ella nació el príncipe Cuauhtlapaltzin. Al leer su canto puede desprenderse que Macuilxochitzin pudo haber conocido muchos de los consejos de su padre al emperador Axayácatl y que este enfrenta a diversos grupos que terminan formando parte del imperio. En uno de estos encuentros el emperador es herido y la poeta azteca relata algunos detalles sobre la suerte del que lo hirió.

Xánath Caraza reúne estos escasos (y únicos) elementos de contexto para elaborarlos y darnos algo más que la historia “oficial”, aproximándonos a algo más personal y sensible. Resalta la importancia de aquella mujer, quien a través de su lírica y filosofía nos extiende el puente para cruzar y conocer más de cerca su mundo, la vida tradicional, sus alegrías, temores y angustias. Es la intrahistoria a la que hacía referencia Miguel de Unamuno. 

La voz poética viaja a los tiempos del nacimiento de Macuilxochitzin, cuyo nombre llevaba ya una misión, ya sea porque nació en un día del calendario que llevaba precisamente la fecha 5-Flor (que es el significado de su nombre) o porque haya sido un apodo al ser conocida su afición por la poesía. Asimismo, es uno de los títulos con que se invocaba al dios de las artes, del canto y la danza y con relación a los antiguos textos náhuatl este día era destinado a forjar cantos. 

Las imágenes que presenta Caraza en el primer poema, “Macuilxochitzin”, nos dan una visión de lo especial del momento, así como en varios de los siguientes poemas, “Tejerás el destino”, “La madre da a luz”, “Lluvia de pétalos”, “Poeta de jade”, “De la poesía eres”, “Áurea poeta”, “Nobleza en tu linaje” y “Blanco huipil”, entre otros.

Al saber de su linaje podemos saber que su educación tenía que ser esmerada. León-Portilla en su libro Quince poetas del mundo azteca, hace referencia a que la poeta azteca seguramente escuchó los consejos de la madre en los que la “niñita …es como un jade, como un plumaje de quetzal, como lo más preciso que brota en la tierra.” La autora inicia el poemario describiéndonos la destreza de la poeta azteca como forjadora de cantos, cuyas palabras son “caracolas” o “diseños de obsidiana / la palabra sagrada…/ un pincel /…Frente a los manantiales / Las letras nacen…/ La voz se llena de jade / Das vida.”

Son cuidadas y bien labradas las imágenes ofrecidas por Caraza en sus versos, porque se mantiene fiel a las características de los versos náhuatl, y al mismo tiempo aflora naturalmente su vocación educadora al mostrarnos palabras que suenan mejor en el idioma original como “Xóchitl” o “Cuícatl,” cantos percibidos como de inspiración divina, así como los sonidos de los tambores “huehuetl” y “teponaztli”.

Cabe destacar que Macuilxochitzin no era solamente poeta. La capacidad de presentar un concepto de vida a través de imágenes u objetos que para su sociedad en aquel tiempo tenían un valor inconmensurable, no era solo el ser poeta sino también ser filósofa. Por tanto, en el homenaje tan sentido y apasionado, la autora cuida mucho el estilo y la estética, evocando recuerdos y promoviendo el diálogo interior. La voz poética del presente es poseída por el espíritu de la poeta azteca. La espiritualidad y la introspección son elementos muy importantes en la poesía náhuatl y la autora los elabora muy bien en este y sus anteriores poemarios.

Sumamos a esto el ritmo y la medida como los elementos formales. Leemos versos musicales como lo eran los versos náhuatl, como si fueran concebidos para llevar acompañamiento musical o ser cantados.

Otro tema muy presente y especialmente cultivado por Caraza es el tema de la vida como un misterio que no puede ser resuelto. Un misterio vital que incluye el destino humano. Así Macuilxochitzin en su canto se pregunta si sus palabras tendrán un destino más allá del tiempo, aunque se reconforta con saber que la escuchan en su presente. En ese aspecto la voz poética toma ese fluir del pensamiento mesoamericano del siglo XV y nos lo trae y lo hace perdurar en el tiempo. Ese destino humano no es otra cosa que el paso inclemente del tiempo, “lo efímero” de la vida, una angustia patente. Como el ciclo de las cosas, la poeta náhuatl se renueva con los versos de la voz poética del presente que tiene el poder de viajar: “En un invierno del medio oeste, entre COVID e incertidumbre, pienso en ti… veo cómo tus primeros llantos fueron cubiertos de piedras preciosas. Yo también estuve ahí.”

La esencia se mantiene tanto en el fondo de la temática mesoamericana como en lo formal en los que hay las figuras propias de los “cuícatl” náhuatl como el difrasismo, la perífrasis, la repetición y el paralelismo.

Habiendo leído a Xanath Caraza varias veces, puedo decir que mucha de su poesía encierra todos estos elementos, tejiendo imágenes, sonidos y sensaciones. Los sentidos están en constante acción y de allí también es que se recrea el mundo y la visión náhuatl, cuyo destino se va forjando o tejiendo. Es la misión y legado que nos deja Macuilxochitzin: “poeta con sangre de obsidiana,” que trasciende y por los que hay que celebrar con un conjuro, con cantos “cuitatl” y danza “maconnetotilo”.

Por eso también la razón del título del poemario, en el que complejidad y belleza van de la mano. 

La poeta azteca conocía el arte del telar y del bordado junto con el de preparar exquisitos platillos y bebidas, pero igualmente hacía lo mismo con los cantos o poemas. Macuilxochitzin tejía el destino de una cultura, de una sociedad, de las hazañas de los líderes de su momento, incluyendo los consejos de estado de su padre, quien habrá disfrutado de los dones de su hija.

Así Caraza nos dice “Hija de Tlacaélel: / mujer noble / de privilegiada cuna… El talento mezclado en las venas / El canto se forjó en tu espíritu, / los dioses se albergaron en tu huipil…En tu piel habitan tatuajes sagrados / que abren el corazón a las artes. / La poesía es tu aliento.”

Como se dijo anteriormente, al estar la poeta alrededor de su padre, esta se habrá enterado de las diferentes conquistas y rencillas entre aztecas y demás grupos náhuatl. En 1476 los aztecas se aprestaron a la guerra una vez más. Además de las referencias a los consejos estratégicos de su padre y de las hazañas del emperador Axayácatl, no pierde oportunidad para en su canto también evocar la actuación decisiva de un grupo de mujeres otomíes que con sus suplicas al emperador salvaron la vida del capitán matlatzinca Tlílatl que lo había herido. Resulta de interés aquel detalle en el que la poeta reconoce la gran valía de las otomíes al intentar salvar a su líder, ya que la forjadora de cantos se reconoce e identifica con aquellas mujeres y posiblemente hubiera actuado de igual forma ante el peligro de su líder. Resalta el carácter de aquellas mujeres y al mismo tiempo subraya su nobleza al reconocerlas. 

La voz poética busca abrazar a la poeta mesoamericana para comprender y darnos a entender ese mundo que lamentablemente fue mutilado al producirse el choque con la cultura occidental. Ese abrazo se confunde con un silencio que permite la conexión del pasado con el presente, una comunicación perfecta de corazón y mente, aquella que revela los secretos de la forjadora de cantos y sellan el encuentro con “la melodía [del] viento entre las hojas.”

Un aspecto importante para considerar en los versos de Caraza es el tema del poder de la escritura y la secuencia de las imágenes que lo representa: La noche, como el momento propicio para la inspiración; la obsidiana líquida, que permite plasmar el corazón y la mente; el papel amate como prueba que trasciende; el agua que representa el fluir de las ideas y el paso del tiempo. Finalmente, Venus es la fuerza femenina que inspira la escritura y se mantiene, aunque amanezca, “…sostiene su brillo.” 

La conexión con el más allá y el más acá se ve representada por el xoloitzcuintli que “ladra en la distancia / anuncia el paso de los ancestros, / ritmos que guían a quienes hoy han dejado la tierra.” Es el guía en la oscuridad, como otra forma de representar a la luz de Venus. El origen es el dios Xólotl, hermano de Quetzalcóatl y cuya misión era guiar al sol al inframundo y protegerlo de sus peligros. En los versos de Caraza el perro xólotl anuncia el paso de los ancestros y se unen a la voz de la poeta quien es mensajera protegida por dios, cuya traducción del náhuatl al español es “corazón del cielo,” “el dueño del lejos y del cerca” o “dador de la vida.”

La naturaleza es muy importante en la mayoría de los poemas que presenta, porque sirve de refugio en el proceso de la creación. La voz poética del presente viaja nuevamente, y está poseída por el espíritu de Macuilxochitzin, caminando en Tezcutzingo, el jardín mandado a construir por el Rey Poeta, Nezahualcóyotl. Los jardines son un paraíso de bellezas naturales, flores, colibríes, cenzontles, tucanes y luciérnagas. Es el refugio de ambas poetas, que caminan por estos jardines espiritualmente, una de comunicación entre los espíritus del allá y el acá, y en la que la voz poética da sonido a las palabras de la forjadora de cantos. Le habla en segunda persona como para confirmar su imaginación, sus pasos, su recorrido por el jardín. Las palabras y acciones de la poeta azteca no se pierden en el viento y perduran en los recuerdos, “la memoria de tu pueblo, / la historia de tu sangre…Las batallas se recuerdan / los astros son reconocidos.” 

Finalmente, el cuerpo de Macuilxochitzin se esparce en el universo, es arte, es música, es naturaleza representada por el jade, el huracán, mariposa y orquídeas nocturnas.

Para concluir, Tejerás el destino nos da más que la historia. Nos da la constitución interior del ser poético. Nos lleva a lo que la poeta de Tenochtitlan habría experimentado como mujer, hija, cronista, poeta, esposa y madre; y a su vez nos aproxima a las raíces mexicanas, a la riqueza de sus culturas, y su visión del mundo. Xánath Caraza nos da una grata sorpresa con estos poderosos versos finamente labrados, apasionados, ‘transgrediendo’ el tiempo y espacio, poniendo el frescor de la poesía náhuatl en nuestros sentidos y haciéndole homenaje a una de las poetas destacadas prehispánicas. Fue sin duda una mujer que pintó el mundo en el que vivía con su don poético, bordó imágenes que inicialmente estaban fragmentadas y trascendió su filosofía de vida a través de las centurias. El poemario abre la puerta a una dimensión íntima en la que se enfatiza la importancia de la voz de la mujer y su papel activo en la sociedad prehispánica mexica, así como también alimenta el seguir explorando más sobre esta y otras forjadoras de canto. Tejerás el destino es de una riqueza invaluable puesto que nos hace reflexionar sobre la identidad tanto individual como étnica y cultural. Como concluye la voz poética en el último poema: “Viviste el esplendor / de tu cultura, mis raíces, / que apenas puedo entender”.

Álvaro Torres-Calderón, Ph.D.

Associate Professor of Spanish

Department of Spanish & Portuguese

University of North Georgia