“Everybody is a book of blood;
wherever we’re opened, we’re red.”
Clive Barker
Park Chan-wook es un director conocido por su acercamiento explícito a la violencia, con su trilogía de la venganza, Sympathy for Mr Vengeance, Oldboy y Lady Vengeance, se consolidó como un artista que alcanza el perfecto equilibrio entre lo explícito y lo simbólico.
Aquellos que se han limitado a estas tres películas, se han perdido de otras facetas de este director; uno de sus últimos trabajos fue criticado por la gente que buscaba la misma exploración a la que estaban acostumbrados.
Pero Stoker prueba que Park Chan-wook no puede ser encasillado con facilidad. Se trata de una película extremadamente violenta y sexual, pero con una sutileza que raya en la obra teatral, llena de silencios y significados.
La película es parte del género “Coming of Age”, que hace referencia a un punto o momento específico que detona el crecimiento del protagonista. En este caso, seguimos la vida de India, que en su cumpleaños 18 pierde a su padre en un accidente automovilístico.
Obligada a convivir con su alienada madre y un tío del que desconocía su existencia, la historia parece seguir el camino clásico del drama familiar, pero desde el principio se aclara que no es así.
Siendo una reinterpretación de la película Shadow of a Doubt, de Hitchcock, la trama se centra en la extraña química que surge entre India y su tío Charlie. El lazo que los une va más allá de la sangre familiar que corre por sus venas. Charlie está ahí para que India pueda descubrirse. Ella es tan sutil como la propia película.
No es sencillo leer a un personaje que está tan enclaustrado en su propio mundo. Como toda adolescente, existe una parte de ella que sólo quiere hallar su lugar, pero su naturaleza le impide un camino común. India es un personaje sumamente sexualizado, aunque se trata de una furia animal muy interna; de alguna manera, ella misma no reconoce los bordes de su sexualidad y su poder como mujer.
Ella debe asumirse como depredadora; el mundo del acecho, la sensualidad y la sangre es donde pertenece, y es por ello que no encaja en ningún otro perfil.
Stoker puede ser tachada de predecible, pero lo cierto es que no se trata tanto de un misterio por resolver, como el seguir a la protagonista uniendo las piezas que la definen para, finalmente, aceptarse como es.
No sólo es la búsqueda de violencia en su vida, es lo que la sangre derramada la hace sentir. Un orgasmo por muerte es siempre el más placentero y peligroso, ése que se niega constantemente hasta que desaparece y uno vuelve a una vida común.
La madre, Evelyn, está presente como la figura de mujer que India debería ser: cabello perfecto, rostro terso, una sensualidad obvia, pero siempre llamativa; es un bello monumento que no puede, ni debe, alcanzar. Mientras que el personaje de Charlie existe justamente para evitar la desaparición de India en ese mar de nimiedades.
Como todo ritual de iniciación, aquél que da la bienvenida al mundo real, India debe sacrificar algo, y no se trata de un acto único sino de un entrenamiento constante por parte de su tío. Es aquí donde entran los simbolismos en la película, como la figura del huevo, esta sexualidad a punto de estallar como Bataille siempre la describía.
También está el nombre de la familia, Stoker, como clara referencia vampírica que se enaltece con la figura del tío que sólo toma vino y nunca se le ve comer nada, a pesar de ser un gran cocinero.
Además existen ciertos momentos, que jamás son aclarados, sobre si la deliciosa carne que se come es, de hecho, carne humana. Finalmente, está la unión del placer y la sangre; India debe abrazar las razones que la excitan.
Una vez que el ritual está terminado e India puede asumirse como la mujer que es, llega el momento de probar sus capacidades y el final lo presenta como lo más positivo para un personaje como ella. Se trata de dejar atrás a la niña, matarla y enterrarla, para encaminarse a un nuevo comienzo que la llevará por el camino de la sangre.
Todo es un ciclo de cacería: India podrá oler la sangre que la satisface, gustosa la derramará, tendrá que limpiarla para que su camino no se vea interrumpido y, de nuevo, comenzará su búsqueda. A pesar de ser similar a la aceptación de un adicto, es también la honesta libertad de ser quienes debemos ser; son pocos los que llevan el llamado en la sangre.