Clavícula (Marta Sanz)

La Literatura —el arte de contar las cosas como nadie las ha contado— alcanza cimas inesperadas cuando narra realidades cotidianas. Escribas lo que escribas, si haces Literatura, estás haciendo exhibicionismo, tu voz te desnuda, te muestras ante el lector tal como eres, no importa lo que cuentes, da igual que mientas, o que intentes taparte las partes que menos quieres mostrar, si haces Literatura, si tienes voz, te quedas al descubierto.  

«Pero esta mujer, que parece que puede pegarme un sopapo de un momento a otro, no me conoce e ignora que puedo andar sobre esta cinta hasta que mi piel se esparza por el viento como la ceniza del vampiro tocado por un rayo de sol».

Marta Sanz tiene voz. Y Clavícula es un desnudo integral. Un desnudo artístico donde hasta el alma queda expuesta. Marta Sanz tiene una técnica exquisita. Y Clavícula es redondita y perfecta, la bola de mercurio que todos llevamos dentro se despierta con la lectura de este libro y nos come los hígados. 

Me gusta mucho el tono amistoso que emplea Marta. Me gusta mucho sentirme más amigo que lector. Me gusta mucho que me lo cuente todo con esa precisión suya que roza lo mágico. Me gusta mucho la apuesta de Clavícula, que se lo juega todo a la carta más alta sin que se note y saca la carta más alta.

«Soy una clienta perfecta a la que le quieren vender pastillas para todo. Pastillas porque no quiero y pastillas si quiero demasiado. Ahora tengo que adquirir un vibrador o contratar los servicios de un hombre flamígero que descongele mis rincones árticos, pero yo recuerdo el descubrimiento de la masturbación al trepar por los árboles o deslizarse por las barandillas, aquella sensación que era sólo tuya, egoístamente tuya, buenísima y por la que a la vez temías ser descubierta, los quince, los dieciséis, incluso los treinta años, cuando la carne pide con voracidad y cada mordisco engendra culpa. Insultos. Una guarra. Una salida. Una ninfómana a la que el clítoris se le alargara como una pipa de kif. Entonces me habrían vendido duchitas frías o tranquilizantes. Charlas ecuménicas. Miedo a las infecciones. Nunca estamos conformes».

Clavícula es un libro divertido. Irónico. Crudo. Confesional. Clavícula es una charla entre amigas con un hombre escuchando tras la puerta. Clavícula es una esdrújula femenina haciendo piruetas en la cuerda floja. Clavícula es un grito, un desahogo, un trabajo, una necesidad que nos necesita. Clavícula es la llamada desesperada que todos escuchan sin mirar atrás, sin querer saber, sin pensar, sin pensar que todos tenemos clavícula.

Marta Sanz me desnuda con su estriptis integral.

Clavícula se me ha clavado dentro.

Y hasta el alma me duele.