Cine y filosofía: el cineasta como pensador

Imagen: The fountain by Darren Aronofsky.

 

En la entrega anterior reflexioné sobre la relación entre cine y política; se dijo que aquel vínculo que guardan ambos ámbitos tiene que ver con que el cine –por una parte– ha sido sometido a cuestiones “artísticas” que ya no responden a la creatividad ni al pensamiento, sino a ciertas políticas de rentabilidad; y, por la otra, del modo en que trata de evidenciar la realidad concreta de una sociedad. Pero ¿cómo es que se vinculan la filosofía y el cine? Más aún, ¿qué semejanzas podemos encontrar entre el cineasta y el filósofo?

Pues bien, la función del filósofo es poner en crisis, esto es: hacer ver que hay diferentes formas de ver y de pensar la vida. El cineasta, por su parte, lo que hace es retratarla, ya lo he mencionado, pero su objetivo no sólo es hacer reír o suspirar a la gente, no. Lo que debe de hacer el cine y todo arte en general, es hacerlos pensar y sentir, ponerles las cosas frente a sus ojos para que se den cuenta de lo que está pasando, o lo que pasó y no queremos que se repita.

Debe mostrarnos la verdad, es decir, mostrarnos las cosas tal cual son; y en ese sentido, ponernos también en crisis. A este respecto, decía Ingmar Bergman: “Ningún otro arte atraviesa, como lo hace el cine, nuestra conciencia diurna para tocar nuestros sentimientos, al fondo de la cámara crepuscular de nuestra alma. Una pequeña miseria de nuestro nervio óptico, un choque, veinticuatro imágenes luminosas por segundo”.

El cineasta, Andrey Tarkovsky, por su parte, lo expresó de esta manera: “es crucial que la puesta en escena, más que ilustrar una idea, capture la vida: la personalidad de los personajes y su estado psicológico. No debe reducirse su objetivo a elaborar con detalle el sentido de un diálogo o de una acción. Su función es sobresaltarnos con la autenticidad de las acciones y la profundidad de las imágenes artísticas”.

Es claro que el artista se ocupa precisamente de eso: de plasmar en su obra de arte no un “yo” solamente, no una subjetividad, sino más bien en la obra de arte está contenida la humanidad entera, puesto que está plasmada la vida. En aquel acto de creación, se busca unir la obra de arte y la naturaleza, se busca que haya una comunidad entre las dos.

Podríamos decir que ese es el fin del arte, no en un sentido pragmático o teleológico, claro está; sólo se puede dar cuenta de dicho fin desde el mismo arte y no desde fuera, porque es una vivencia, una experiencia comunitaria. El cineasta y el filósofo, son uno y el mismo hombre, en el sentido de que el cine es también un proceso de reflexión, de pensamiento.

Si aceptamos esa premisa, la función del filósofo y del cineasta es la misma, sólo que la llevan a cabo de diferentes maneras. El filósofo sólo tiene como herramientas la pluma y la palabra –y eso ya es bastante– el cineasta –o el artista en general– tiene a su disposición la palabra, la arcilla, las cámaras, los oleos, etcétera, en virtud de los cuales logra comunicarnos, al unísono, su pensamiento y su sentir.

Claro que de ahí no se sigue que el artista, por tener más herramientas, esté por encima del filósofo, no; se complementan el uno al otro, el arte necesita de la filosofía tanto como la filosofía necesita del arte. Más aún: la filosofía es el arte de vivir libremente. El artista y el filósofo son una y la misma persona, puesto que ambos discurren y trabajan con la misma materia prima: pensamiento y sentimiento. Y es que el ser humano es eso, razón y corazón, si se prescinde de uno o de otro, ya no estaríamos hablando de hombres…

Concluyo esta reflexión con unas palabras del, ya citado, cineasta ruso acerca de los errores que se pueden cometer la hora de filmar o, si lo presionamos un poco más, de vivir: “A menudo el director mismo está tan resuelto a parecer grandioso, que pierde todo sentido de la mesura e ignora el verdadero significado de una acción humana convirtiéndola en un vehículo para la idea que quiere enfatizar. Pero la vida debe observarse de primera mano y no hacerla ajustarse a las banalidades de una falsificación hueca hecha sólo por crear y por producir una cierta expresividad en la pantalla”.