Hablar de Bök es hablar de un verdadero nudo argumental, estético, teórico y alienígena incluso. Son tantas las confluencias, tantas las perspectivas e incluso tantos los vocabularios científicos involucrados en su trabajo de experimentación poética, que confieso haberme sentido totalmente perdido cuando conocí el trabajo de Christian Bök (1966) por primera vez. Por si fuera poco, Bök pertenece a un grupo de fama creciente pero con pocos reflectores aún: la poesía conceptual (norteamericana). A esto hay que sumarle dos problemas: conocer realmente su trabajo no sólo requiere un conocimiento confiable de genética, sino pasar por alto sus alianzas con personas como Kenneth Goldsmith (véase el incidente en la universidad de Brown tras el asesinato del afroamericano Michael Brown). Ninguno de estos dos problemas es un asunto menor.
Incluirlo en esta selección es incluir lo que hay detrás de Xenotext, todo un proyecto que busca crear un poema que pueda ser codificado en el ADN de microorganismos, específicamente en bacterias. La idea es que estos microorganismos sean capaces de producir proteínas que, al ser leídas, revelarán el poema original. Christian Bök ha estado trabajando en este proyecto durante varios años, y es obvio que se trata de un ejercicio estético que busca explorar la intersección entre la genética y la poesía, desafiando las barreras tradicionales entre el arte y la ciencia.
Para entrar algo más en detalle, es necesario entrecomillar muchas acepciones: “revelar”, “leer” o “traducir” (el propio Bök usa esta palabra en muchas de sus conferencias) son, digamos, analogías de procesos bioquímicos. En ese sentido, cuando menciono que las proteínas generadas por las bacterias pueden ser «leídas», me refiero a que los aminoácidos que componen esas proteínas pueden interpretarse como un código, similar a la forma en que los científicos interpretan el código genético del ADN. En este contexto, la «lectura» implica descifrar el mensaje o la información codificada en la secuencia de aminoácidos.
En el proyecto Xenotext, Christian Bök busca crear una forma de escritura que pueda ser preservada en el ADN de las bacterias. Para lograr esto, ha desarrollado un código que asigna letras específicas del alfabeto a secuencias particulares de aminoácidos. Cuando las bacterias generan las proteínas de acuerdo con este código, la secuencia de aminoácidos resultante se traduce en un poema legible. Entonces, la «lectura» en este contexto implica la interpretación de la información contenida en la secuencia de aminoácidos para recuperar el poema original codificado en el ADN de las bacterias.
El formato es una especie de soneto primario y un soneto reactivo (Bök les da los nombres de Orfeo y Eurídice, respectivamente). Como se sabe, los nucleótidos están compuestos por combinaciones de cuatro nucleobases: adenina (A), citosina (C), guanina (G) y timina (T). Es desde estas series combinativas que Bök asigna 26 para las 26 letras del alfabeto. Como dice David Farrier: “Al ser estas series instrucciones para traducir el ADN a ácido ribonucleico (ARN), durante las cuales cada nucleótido del ADN corresponde a otro del ARN, el microorganismo se convierte en un inquietante coautor del proceso”, de modo que la escritura (su inscripción) vuelve a ponerse en la palestra sobre su condición de máquina y virus.
Dejo al lector los dos textos contrapuestos que forman la dupla “Orpheus” y “Eurydice”:
Poet (DNA encoded text) | Germ (RNA encoded text) |
any style of life is prim oh stay my lyre with willy ploys moan the riff the riff of any tune aloud moan now my fate in fate we rely my myth now is the word the word of life | the faery is rosy of glow in fate we rely moan more grief with any loss any loss is the achy trick with him we stay oh stay my lyre we wean him of any milk any milk is rosy |
Dicho lo anterior, el lugar de Bök me parece más representativo que otra cosa: está más en la línea de Marinetti o de Tzara que en la de Ungaretti o Blaga (o Valéry). En comparación con otros poetas de su tiempo, palidece salvo por su práctica tan única como aventurada.
La poesía de Bök, en ese sentido, sigue siendo una poesía del privilegio. Una poesía tecnócrata que con su aparato publicitario pretende obviar su origen: un profundo sentido antidemocrático. A pesar de todo, una cosa no quita la otra. El alcance de esta poesía experimental se mantiene como un registro destacado de todas aquellas poéticas que se salen de la hoja y de la representación convencionales. A mi parecer, su mayor seducción recae en el tiempo profundo que activa. El detalle está en situar su práctica, su contenido y su contexto.