Ensayo: «Chac Mool: el mexicano y el tiempo» por Carla Yadira Ochoa Montaño

A lo largo del siglo XX la intelectualidad mexicana se encargó de concebir un ser nacional necesario para la unificación del pueblo y la conformación del estado. A pesar de los brillantes descubrimientos en la materia, los estudios sobre <<lo mexicano>> muchas veces difieren entre sí y pueden alejarnos o acercarnos arbitrariamente al conocimiento real sobre el alma mexicana. ¿Qué es México y quién es el mexicano? Se intuye la respuesta, pero parece que se escapa cuando consideramos al otro, al que vive en la región aledaña, al indígena.  A pesar de las diferencias culturales entre cada estado y región, que en conjunto forman parte de México, Roger Bartra afirma que hay fuerzas de índole cultural y psíquica que dibujan las fronteras que nos separan de los extraños[1].

Fenómenos que nos hablan mejor de la posibilidad de una identidad nacional, por ejemplo: las expresiones artísticas y el carácter de los rituales- religiosos, políticos y sociales.-  En esta ocasión se tratan las primeras; el cómo los signos estéticos en su propia subjetividad nos llevan al descubrimiento de un mensaje que aunque no descifre los terrenos misteriosos de nuestro carácter, los explora y convive con ellos.

“En las artes nos significamos a nosotros mismos descifrando nuestra Psique como un reflejo del orden natural”[2].

En este ensayo se analiza el cuento <<Chac Mool>> de Carlos Fuentes publicado en 1954, considerándolo una alegoría del Psique mexicano. Una representación de México ante la vida, ante el tiempo y ante sí mismo. Mediante una interpretación de los personajes del cuento y su relación entre ellos, en la que ambos protagonistas —Filiberto y Chac Mool— se vuelven complemento constitutivo del mexicano del siglo XX, quien mientras se buscaba a sí mismo se vio acosado por la llegada arrebatada de la modernidad. Para evidenciar a la literatura como un espejo capaz de mostrar un camino de veracidad en función a la necesidad humana esencial de conocerse a sí mismo. Carlos Fuentes nacido en Panamá en el año de 1928, de padres mexicanos, fue el iniciador de la época literaria definida como <<Modernidad>> con su novela <<La Región más Transparente>>[3]. Considerado uno de principales exponentes de la narrativa mexicana, representa un papel fundamental y comprometido en la literatura: “El lenguaje es libertad o no es”[4]. Formó parte de los autores del <<Boom latinoamericano>> y su obra se conforma de cuentos, novelas, ensayos y obras de teatro. Recibió diversos reconocimientos: <<El Premio Miguel de Cervantes>> en 1987, el <<Premio Príncipe de Asturias>> en 1994, el <<Premio Real Academia Española de Creación Literaria>> en 2004, entre otros. También destacó por su intensa actividad periodística paralela a su obra como literato. Falleció en la Ciudad de México en el 2012 a los 83 años.

Álvaro Ruíz Abreu en su ensayo <<Carlos Fuentes, del mito a la profecía>>[5]  afirma que Fuentes lleva el germen de ese deseo por escudriñar el tiempo mexicano en todos sus órdenes.  En <<Chac Mool>> el tiempo es un tercer protagonista, que se encuentra tanto dentro de los dos personajes principales, como fuera de ellos: cumple la doble función de ser personaje y escenario; víctima y asesino.

 

Filiberto, el coleccionista de artesanías

 

Dos personajes prototípicos a la hora de gestar la identidad mexicana son: el campesino y el indígena. Pruebas tangibles de un mundo abandonado en el tiempo, el cual se busca insistentemente y se recrea a través de ellos. El segundo va siempre acompañado de misterio y oscuridad, guarda un secreto en su lenguaje y en su mirada. Su presencia es el recuerdo de un pasado que el mestizo entrevé y procura adoptar para explicar la particularidad de su existencia.

Filiberto colecciona artesanías indígenas desde la juventud. Parece ser que las cosas materiales juegan para él un papel afectivo: “Yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez-¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta” De la misma forma se niega a dejar su casa vieja a pesar de los problemas de mantenimiento que le ocasiona. Aferrarse a las cosas es signo de ilegitimidad: ni el pasado, ni su casa, ni sus colecciones precolombinas, le pertenecen, y el intento de poseerlos es ridículo e inútil. Esto habla de un personaje que se encuentra en búsqueda de sí mismo, como sostiene Álvaro Ruíz Abreu en su ensayo: “México es joven y viejo. Su vida transcurre atada a un pasado que no alcanza a explicarse. México no ha roto, pues sus amarras…Pero el mexicano, ente doble, de máscaras que cubren su ser y su historia, sigue viviendo en el pasado”[6]. Filiberto no logra justificar su identidad desde el interior, por esta razón experimenta en el exterior desde un lugar donde no puede evitar verse ajeno a las cosas que le pertenecen y de las cuales no podrá apropiarse  jamás.                                                                                                        

No hay muchos puentes sociales entre el indígena y el mestizo, sin embargo el mestizo se alimenta de lo que rescata del nativo para describirse a sí mismo, aunque muchas veces se equivoca y no lo hace de la forma correcta, pues se limita a conocerlo superficialmente basándose en lo que la cultura popular marca, que ya de por sí son juicios carentes de certezas y llenos de estereotipos.

Cuando Chac Mool aparece en su vida, Filiberto se limita a observar cómo la estatuilla va apoderándose de todo. Renuncia a su persona sin resistencia alguna, desde los primeros días el ídolo lo manda a dormir a la sala e inunda su casa, obligándolo a cargar baldes de agua bajo amenaza de muerte. Llama la atención la docilidad del protagonista: en lugar de enfrentarse al problema lo acepta como algo vital, lo adopta y para mantenerse en él llega a robar dinero. Chac Mool incluso le quita el papel protagonista en el cuento “debo reconocerlo: soy su prisionero”

Bartra afirma que la opacidad del fenómeno nacional oculta los motivos profundos por los cuales los hombres toleran un sistema de dominación y con su paciencia imprimen un sello de legitimidad a la injusticia, la desigualdad y a la explotación[7]. Misma paciencia en lo que se refiere al reconocimiento nacional a través <<lo indígena>> y no del indígena. Muchas veces <<lo indígena>> se convierte en un mito, una moda, una estrategia política, una estatuilla abandonada en el sótano, poniendo en riesgo tanto al originario, como al mestizo que prefiere coleccionar artesanías en lugar de conocer al artesano y renuncia a una parte fundamental de sí mismo por desconocer a aquel que le complementa.

 

Chac Mool, el dios y el indio

 

Filiberto comenzó a cambiar ante la llegada de Chac Mool, ahora miedoso, distraído, y ladrón. Abandonó su casa y sus pertenencias huyendo del indio. Si no hubiera irrumpido el pasado al comprar la escultura, no se hubiera entregado a la muerte de ese modo: desterrado y humillado en su propia casa, puesto en el espectáculo en el trabajo y privado de la vida mientras su cuerpo flotaba al antojo del mar. Todo ejerció su dominio sobre él menos él a sí mismo.

Chac es el pasado arcaico y el futuro incierto; dos realidades temporales mitológicas que en conjunto ahogan al mexicano del presente. Juntas y separadas tienen en común la inaccesibilidad del personaje y la indiferencia hacia él, quien solo se puede jactar de ser dueño del momento, del breve presente.

Pero este presente se va convirtiendo poco a poco en el escenario de la muerte, donde lentamente se construye el asesinato; imposibilitando la existencia del ser nostálgico que no logra atrapar su pasado y de esa manera pretende adentrarse al futuro.

Al cabo de unos días Chac da un giro perturbador en su comportamiento: empieza a usar lociones y jabón, toma vino, usa bata, entre otras exigencias mundanas. Ahora representa dos angustias del mexicano del siglo XX: por un lado la añoranza de un pasado mitificado y desconocido, del edén del cual fue desterrado; y por el otro la presión de la modernidad que a su llegada exigía una oblación: Filiberto tuvo que morir para que Chac Mool viviera. México fue consumido una vez más, ahora víctima del tiempo ¿cuál fue el resultado? Un indio grotesco con la cara empolvada, el pelo teñido y la boca mal pintada. Un ser extraño totalmente incompetente para el porvenir, pero dominante y pasional.

El mexicano ha sido incapaz de vincularse correctamente con el autóctono, quien finalmente representa el punto ciego de su identidad. Los motivos no son producto de este trabajo, no obstante es acertado señalar un olvido entre el mestizo y el indígena. Ninguno de los dos se encontraba dispuesto para la llegada del futuro, el cual significó la separación definitiva entre ellos dividiéndolos en dos realidades temporales distintas.

Fuentes en su ensayo <<Tiempo Mexicano>> afirma que México posee muchos tiempos inacabados, promesas inconclusas que permiten muchas posibilidades para la construcción del mañana, que lo vuelve completamente incierto. Un ejemplo mencionado son las ruinas prehispánicas: están ahí, sin terminar, silenciosas en medio del ruido de la ciudad. Otro ejemplo: el Templo de San José Obrero en Arandas, Jalisco, belleza Neogótica que comenzó a construirse en 1780 y el día de hoy se sigue trabajando en él. Esto supone arquitectos y albañiles capacitados para trabajar el pasado en el presente. Desde la planeación del proyecto hasta el momento de la ejecución, la construcción del templo es conversar con los muertos, un viaje para toda la ciudadanía y una apropiación de <<lo ocurrido>>, que en este caso desplaza al hoy. A diferencia de Europa que tiene un solo tiempo lineal ya heredado y construido desde la Antigüedad, que no tiene nada pendiente y que puede avanzar rápidamente mirando hacia el porvenir con seguridad.

Para el autor, hubo un tiempo en el que se abrazaron todos los tiempos: La Revolución mexicana de 1910. Pero después de juntarlos todos, generaciones posteriores los dispersaron para dar lugar a la modernidad, y ésta, que se mueve rápida y eficazmente, choca con los tiempos míticos y desordenados de Latinoamérica y a pesar del llamado <<México moderno>>, las promesas inconclusas continúan flotando en el aire. Chac Mool es una de ellas, que regresa con la intención de vengarse.

El pasado precolombino es también un hecho incompleto, enterrado en las entrañas del territorio sigue vigente manifestándose de manera irregular en el misterio del carácter y en la sociedad. Como quien agoniza, vuelve a aparecer de vez en cuando en forma personal o social.

El cuento nos muestra la crueldad de la negación propia. Mal que atacó al México del siglo XX para vencerlo y que determinó a la sociedad actual, que es el resultado de la historia.

El nuevo mexicano que rompió con sus tiempos vive inmerso en la ciudad y en el trabajo, mientras el campesino trabaja de igual manera para sustentarla pero sin gozar de sus privilegios, y el indio quien no es apto para la nueva sociedad que no lo contempla. Todos olvidados entre ellos y olvidados por ellos mismos.

La identidad mexicana se caracteriza por la atemporalidad en la que siempre ha vivido. La pluriculturalidad es causa y efecto de la misma: de muchos tiempos diferentes atrapados en un territorio bajo un mismo gobierno. Esta es una de las pocas certezas que realmente pueden definir al habitante de México. Aunque paradójicamente termina por no definir nada.

Mediante el arte de la palabra se puede conocer la historia del psique de un colectivo. Si para Bartra la literatura y los mitos fueron los que dictaminaron la identidad del mexicano, entonces esta identidad comenzó como una creación artística que hemos apropiado por necesidad, una idea que hemos materializado acertadamente.

 

 

Referencias bibliográficas:

 

Bartra Muria, Roger. (2006). << La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano>>. México, D.F.: DeBolsillo

Guiraud, Pierre. (1999). <<La semiología>>. México, D.F.: Siglo veintiuno editores

García-Gutiérrez, Georgina. (2001). <<Carlos Fuentes desde la crítica>>. México, D.F: Taurus.

García-Gutiérrez, Georgina (compiladora). (1995). <<Carlos Fuentes. Relectura de su obra: Los Días enmascarados y el Cantar de los ciegos>>. Guanajuato, Guanajuato: Universidad de Guanajuato.

[1] Bartra Muria, Roger. (2006). <<La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano>>. México, D.F.: DeBolsillo

[2] Guiraud, Pierre. (1999). <<La semiología>>. México, D.F.: Siglo veintiuno editores

[3] García-Gutiérrez, Georgina. (2001). << Carlos Fuentes desde la crítica>>. México, D.F: Taurus.

[4]   García-Gutiérrez, Georgina. (2001). <<Carlos Fuentes desde la crítica>>. México, D.F: Taurus.

[5]  García-Gutiérrez, Georgina (compiladora). (1995). <<Carlos Fuentes. relectura de su obra: Los Días enmascarados y el Cantar de los ciegos>>. Guanajuato, Guanajuato: Universidad de Guanajuato.

[6] García-Gutiérrez, Georgina (compiladora). (1995). <<Carlos Fuentes. relectura de su obra: Los Días enmascarados y el Cantar de los ciegos>>. Guanajuato, Guanajuato: Universidad de Guanajuato.

[7] Bartra Muria, Roger. (2006). <<La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano>>. México, D.F.: DeBolsillo