Cambio de engranajes

Ilustración tomada de http://www.lindiensortdesareserve.fr/

 

“No se puede tapar el sol con un dedo” es un dicho muy conocido por todos y es por lo ciertísimo que ha llegado a ser. No podemos intentar tapar un problema y fingir que no existe tal. Este dicho se aplica muy bien en cuanto a lo que está sucediendo en Siria.

La guerra en Siria no es sólo una guerra entre facciones: el gobierno contra rebeldes que piden un cambio de régimen; el gobierno contra separatistas que buscan la creación de un Estado Kurdo; esta triada contra el terrorismo.

No, lo que se vive en Siria es una guerra donde los intereses de las potencias del mundo se concentran. Es claro que Siria tiene un papel geopolítico muy importante, pero lo que se está viviendo ahí es un reacomodo de intereses; es decir, el ocaso de la hegemonía estadounidense y occidental por los nacientes intereses de las distintas nacionales, algunas de las cuales componen el bloque euroasiático, quienes están tomando la batuta en esta lucha al verse con la fuerza necesaria para obtener un nuevo balance que les beneficie a ellos. Y aquí yace ese cambio de engranajes; el cambio de intereses y hegemonías: las occidentales contra los euroasiáticos.

Aquella hegemonía ganada tras el fin de la Guerra Fría está colapsando gracias al nacimiento de nuevas potencias, así como al resurgimiento del potencial ruso que se había quedado quieto tras la caída del sistema Soviético. Pero el gigante despertó y con él vino el despertar de muchas otras naciones que están cansadas de soportar el orden mundial dictado por las potencias occidentales.

Y por qué no luchar por imponer ellos sus propias reglas cuando un gigante económico como China ve limitado su poder porque afectaría los intereses norteamericanos, o la India que tiene que precaver su trato a pesar de su inmenso progreso para no afectar los intereses ingleses, o el propio Irán que tiene que hacer sus desarrollos (nucleares) a escondidas o tiene que pedir permiso a las naciones occidentales para llevarlos a cabo.

Rusia ha servido como un parteaguas para estas naciones, porque a pesar de ser una nación que sigue reconstruyéndose como potencia, nos ha deslumbrado con su capacidad económica, a tal grado que ha podido soportar la serie de sanciones que le han impuesto las naciones occidentales, sino también por su fuerte y moderno poder militar. Rusia es una nación que también quiere imponerse en cuanto al orden mundial. Un deseo del pasado, ahora al alcance de sus manos.

Por eso no es casualidad que nos encontremos en Siria tremendos desacuerdos. En teoría el combate es contra el Estado Islámico sin embargo parece ser todo lo contrario. La parte occidental, encabezada por los Estados Unidos, apoya a los rebeldes y a los separatistas kurdos, aunque también se les acusa de apoyar al Estado Islámico con el envío “erróneo” de armamento. Mientras que Bashar al-Ássad es apoyado por la facción encabezada por Rusia.

Tremendos desacuerdos no son otra cosa sino la pugna por recomponer el orden mundial que está oprimiendo a las potencias nacientes, potencias que se sienten con toda la capacidad para desplazar a un antiguo sistema decadente. Ya no encuentran estabilidad en el dólar, ya no le temen al músculo norteamericano ni de sus aliados. No lo hacen porque ahora su visión les indica que ellos pueden establecer su propio orden, uno que les convenga.

Muchos intereses, menos el sirio, todo para cambiar engranajes.