Brincos diéramos

Hace un año, el Senado de la República instituyó el Premio al Mérito Literario Rosario Castellanos, para reconocer la obra de escritores con obra en español o en alguna lengua indígena hablada en cualquier país de América Latina. El premio se entregó a la poeta, traductora y filósofa Elsa Cross. Al recibirlo, la autora destacó la importancia actual de la cultura en general y la educación artística en particular, para nuestra sociedad. Y pidió que no haya recortes presupuestales en el sector.

Como actividad del Poder Legislativo, la noticia apareció en medios oficiales e independientes, con los tratamientos correspondientes. Mientras la oficialidad pondera la pertenencia al género femenino de la ganadora y de quien da nombre al premio, los medios independientes citan su discurso, que algunos destacan como una crítica a la política cultural vigente. Y en tanto unos tragan saliva, otros celebramos la decisión de reconocer a una voz crítica, como no podía dejar de suceder en una comunidad acostumbrada a defender la libertad ejerciéndola. 

La Comisión de Cultura del Senado integró un jurado con representes de la UNAM, Secretaría de Cultura y Fondo de Cultura Económica, más un representante de una editorial nacional y otro de la Presidencia de la Comisión de Cultura. Cualquier reclamo habría que hacérselo a ellos. Para estar todavía más de acuerdo con la autora de El diván de Antar, cabe pedir que no se les ocurra cancelar el premio; que mejor aumenten el monto. Pedir y hacer que en el ámbito cultural prevalezcan la libertad e independencia de criterios, traducidas en diversidad y respeto a las diferencias, como expresiones de creatividad y riqueza artísticas y humanas.

En cambio, no cabe esperar que se atienda el pedido de la poeta, que da voz al reclamo de una comunidad entera. Su valor no estriba tanto en el eco que puede encontrar en la más alta esfera del poder, sino en la resonancia que en él tienen el trabajo y el talento de artistas y creadores, promotores y demás agentes del ciclo cultural en nuestro país. Patrimonio y capital cultural en riesgo de sufrir graves mermas por falta de apoyo oficial. Por no hablar de los patrimonios y capitales familiares y personales.

Hay en el sector una importante participación individual y colectiva de la iniciativa privada, particularmente golpeada por el confinamiento, en especial los espectáculos en vivo. Teatro, música, danza y cine suspendidos durante meses. Afortunadamente parece que las cosas empiezan a mejorar en ese sentido. Este marzo, por primera vez aparece en semáforo verde el país entero, excepto Querétaro.

Si todo va bien, muchos espacios volverán a vibrar con los artistas escénicos, transformados por la pandemia. También las escuelas de arte. Algunos murieron de inanición. La historia de los sobrevivientes solo prolonga una tradición secular de adversidades y carencias para la mayoría, tan graves como las de otros sectores económicos mexicanos, con la diferencia de que el sector cultural privilegia la imaginación creativa como un recurso fundamental.

En Aguascalientes, por ejemplo, se cuenta la historia de Épica comida teatro café. Un espacio creado como una iniciativa del grupo Arte Escénico El Ombligo, donde Marcela Morán y su equipo difunden el teatro “desde la manera más sensorial”. Invitándonos a degustar un sabroso platillo con un buen café, mientras apreciamos una pieza dramática, una lectura de poesía o un concierto musical. Los miércoles hay micrófono abierto a partir de las veinte horas, con consumo mínimo y máximo interés entre la concurrencia.

La actriz, directora y maestra de teatro Marcela Morán explota y explora en su establecimiento un modelo ya probado en otros lugares de esta ciudad, que aprovecha viejas construcciones para usos culturales. Con energía al parecer inagotable, ella nos comparte su trabajo, producto de largo estudio y rica experiencia. Solo tenemos que estar ahí. 

Ahora debemos atender las medidas preventivas ya conocidas para cenar una auténtica experiencia escénica. Pero hubo un tiempo en que la restricción volvió clandestino el trabajo de todos los artistas de la escena. Durante 2021, en Aguascalientes al menos el teatro se mantuvo activo, con público para todos los géneros pese a lo reducido de los aforos. Sólo el teatro callejero se redujo significativamente, sin desaparecer del todo, con relatos de leyendas locales y durante ciertos recorridos turísticos.

Épica se encuentra entre los espacios más activos, pues trabajó sin importar el color en que estuviera el semáforo epidemiológico. Asimismo, según la nota de Julieta Orduña y Miryam Almanza en La Jornada Aguascalientes del 17 de febrero pasado, el grupo Arte Escénico El Ombligo figura entre los grupos con mayor actividad escénica.

Se trata de un ejemplo del vigor de nuestra vida cultural. Pero hay lugares donde no corrieron con la misma suerte. Hacia allá debe voltear y responder sin titubeos el Estado como una prioridad nacional. Brincos diéramos.