Asesinan estudiantes: sentencia de un significado

A girl prays during a vigil in Roseburg, Oregon on October 1, 2015, for ten people killed and seven others wounded in a shooting at a community college in the western US state of Oregon. The 26-year-old gunman, identified by US media as Chris Harper Mercer, was killed following a shootout with police. A visibly angry President Barack Obama made an impassioned plea for gun control in the wake of the shooting, blasting Congress for its failure to act in the face of "routine" mass killings. AFP PHOTO/JOSH EDELSON

En las últimas semanas han asesinado a jóvenes estudiantes en diversas partes del país, resulta impresionante la lista y hasta las maneras perversas de matar.

Nosotros encontramos una constante que parece apuntar en una dirección no abordada que en esta ocasión deseamos denunciar.

Para comenzar, encontramos en las notas periodísticas, que fue asesinada la estudiante Tania Verónica Luna en Puebla (Regeneración, 30 de septiembre 2016), quien por cierto se sabe, estaba interesada en los temas de género.

En Morelos seis estudiantes se encontraron sin vida, dos de ellos degollados (La Jornada, 3 de noviembre 2016). En Ecatepec, Edo. De México, una estudiante fue asesinada a balazos a la puerta de su casa (Impacto, 7 de agosto 2016).

Más allá de un tema de violencia o de la nota roja que genera, en una revisión reflexiva, que podemos tensar en tanto la palabra, el significante, se trataría de pensar el asesinato de estudiantes como algo que ocurre por un sentido otro.

Nos referimos a que se mata al estudiante como significado. Por lo tanto, tensionando la reflexión podríamos preguntarnos, ¿qué significa entonces la palabra estudiante?

Si nos atenemos al origen de la palabra, encontramos que el término viene del latín studium, que significa empeño, afán por algo o alguien.

En este sentido, creemos que el estudiante representa a aquel sujeto que se empeña por realizar o alcanzar algo, lo cual podría ser, terminar sus estudios, desempeñarse en alguna labor, etc.

Sin embargo, desde un análisis crítico del discurso diríamos que el estudiante posee un tipo de empeño diferente al esperado, al comúnmente aceptado como normal, es decir; el estudiante no únicamente está ahí en la universidad para pasar el curso y conseguir un buen trabajo.

El afán del estudiante corre en otro sentido, se trata de una carrera por el poder, por el poder del saber.

El saber se convierte en una posibilidad de poder; el saber es poder se dice. Y lo que no se dice es que esa lucha por el poder se desarrolla como señalara Michel Foucault (Microfísica del poder, 1979), de manera casi totalmente oculta.

La serie de asesinatos representaría desde esta lectura, la constante de asesinar el empeño o afán de la lucha por el poder del saber, pero también el poder de posicionarse distinto en la sociedad.

La lucha del poder expresarse, de ocupar espacios que estaban invadidos por ejemplo, por la delincuencia u otros grupos que rompen con el entramado social.

Lógicamente, ese empeño del estudiante, traducido en lucha por poder, saber y por espacios, molesta y disturba la supuesta tranquilidad de algunos sectores. El estudiante en su manifestación siempre ha demostrado la confrontación con el mundo de los adultos, y claro, el de los políticos que se afanan en sus propios intereses.

Podemos asegurar que el afán del estudiante -contrario al del político corrupto-, tiene un carácter social, hasta humano.

Por lo tanto, cuando se asesina a estudiantes, se está matando el significado de estudiante, además de las personas, lo cual es lo más triste; pero a nivel social la constante implica un horror trasmitido sin ser considerado. Se trata de un acto perverso.

De forma perversa, se envía el mensaje de que ser estudiante no es aceptado en el mundo actual. O se puede ser estudiante, siempre y cuando se mantenga el sujeto en una especie de soberanía sometida como señalara Foucault (Ibídem), lo cual es igual a contener sus empeños por expresarse.

Al condicionarse a sí mismo, se conviene con una cultura que cree que no se necesitan luchas de poder, sino aceptar un solo poder, el ya dicho, el oficial, el que si habrá de estar en los libros de historia, la cual como sabemos, no es única ni completa.

Hoy podemos señalar que el asesinato de estudiantes corresponde con una cultura del sometimiento y del silencio, donde si no descubrimos las constantes, si no conectamos los hechos para producir acontecimiento de acuerdo a la propuesta de Alain Badiou (Ser y acontecimiento, 1988), se pone en juego el significado de ser estudiante.

Como versa el reclamo de un grupo manifestante de estudiantes de Veracruz: es inaceptable que ser joven sea una sentencia de desaparición o muerte (La Jornada, 10 de octubre 2016). Y esa es la versión y el mensaje que hemos denunciado como algo que puede ser atendido con urgencia, porque ser estudiante y ser joven no tiene que ser sinónimo de sentencia.