A media quincena

En las medias quincenas, la cantina reciproca llenándose a medias; a mediados o finales de mes resuena a todo pulmón. Cada semana, hay un rincón reservado para un grupo de amigos mayormente escritores, con diferente formación y de varias generaciones. El escritor y médico José de la Torre, el pintor y arquitecto Jesús Reyna, el escritor y filósofo Caleb Olvera y otros. Ocasionalmente alguien trae invitados. También hay visitantes ocasionales: el escritor y licenciado en letras Eduardo López, la educadora y editora Martha Esparza, el promotor cultural y arquitecto Guillermo Saucedo y yo. La tertulia crece y las risotadas estallan por el gusto de estallar y celebrarlo renovando el ánimo.

El grupo se reúne en el mismo lugar desde hace muchos años. Tras la pausa pandémica, igual que estos lugares renacieron, el grupo ha vuelto a reintegrarse. Se conversa de manera informal sobre lecturas y artes en general. No falta el tema político, siempre dando que dar por parte del oficialismo y de la oposición, tanto si hacen como si dejan de hacer. Con frecuencia la intensidad del intercambio le da apariencia de una discusión. Pero nada más falso, pues no se trata de llegar a una conclusión, ni siquiera provisional. El ritual lúdico tiene finalidades más terapéuticas que pedagógicas. Y tiene efectos en la salud de la amistad.

En todo el mundo y en todas las épocas, reunirse a beber forma parte de la vida cultural, aunque no todas las juntas etílicas tienen tan elevados fines. Explícita o implícitamente, hay reglas de convivencia, más o menos sencillas. En este grupo de Aguascalientes hay tolerancia, respeto, pero también sinceridad y buena intención. Todo condimentado con buen humor y ánimo ligero. Ironía y cierto sarcasmo rompen las posibles tensiones por las diferencias naturales o artificiales, inevitables y deseables. Al menos para la curiosa mayoría. 

Este sábado apareció en la conversación el tema de La Cofradía. Un grupo local formado por personas interesadas en las letras, el arte y la cultura, en el que no se permite hablar de deportes y menos de política. Nació en 1994, fundado por maestros normalistas como Rolando Bernal Acevedo, Armando Quiroz Benítez, José de Jesús González Rivas, Luis Avelar González, Jesús Gutiérrez Romo, los hermanos Antonio y Demetrio Rodríguez Orozco y muchos más. Durante sus reuniones, además de brindar y cantar, leen y comentan sus propios textos. Por el gusto de compartir y el afán de mejorar sus escritos, confortados por unos tragos y amena conversación, en un ambiente de bohemia que convoca a los amigos.

En el prólogo de Los ecos del caracol. Textos de La Cofradía (UAA, ICA, 2021), el investigador Salvador Camacho Sandoval explica que el grupo ya cuenta con dos generaciones no necesariamente correspondientes a criterios cronológicos, sino a la incorporación al grupo. Actualmente, lo encabeza el prestigiado narrador y periodista Jaime Arteaga Novoa, de la segunda generación. El libro reúne escritos en verso y en prosa de los cofrades.

De la Torre, incluido en la segunda generación, comentó que lo excluyeron del grupo porque leyó un relato donde menciona al tren maya, lo cual se entendió como una intervención de índole política, en forma de alusión al gobierno actual. Y el narrador y sociólogo Antonio Guerrero le restaba importancia al hecho de formar parte o no de aquellos. Dando a entender que considera escasa o nula su trascendencia en la vida cultural. Por tanto, aunque no lo dijo, el médico no debía preocuparse por la expulsión.

Luego el tema se esfumó o diluyó en los tragos y los comentarios sobre lecturas de unos y otros; ciertamente para eso sirven las visitas a las cantinas: compartir el entusiasmo por hacer y beber algo. Darle a la comunidad de valores e intereses más importancia que a las diferencias en las relaciones entre humanos. Un elemento básico en la decisión de privilegiar lo que nos une proviene del carácter social de la cultura viva. Nace y se nutre en el diálogo cultural. Se desarrolla en el análisis, la reflexión y las prácticas artísticas y otras. 

Quise sin embargo recuperar el hecho como un testimonio del beneficio que estos grupos de amigos pueden ofrecernos. Y recordar las pocas pero inolvidables veces que me invitaron a La Cofradía, en la década de los 90, como participante del taller literario que funciona en las reuniones. Repensar la importancia de excluir la política en las conversaciones. Entre las verdades literarias y las verdades políticas se pueden encontrar semejanzas en lo imaginario. Eso permite compartirlas en ciertos términos. Negarse a tocar lo posible en las relaciones de poder puede preservar a lo posible en las relaciones humanas contra dichas relaciones, en favor del arte y la amistad.

O menguar el entusiasmo de estar juntos, igual que el movimiento en una cantina a media quincena.